diumenge, 15 de juny del 2025

Una laguna en el mar de las olas (XV)

 

A las personas sometidas a fuertes presiones y miedo,
les puede parecer que soportan todo el peso del universo sobre sus cabezas


Capítulo XV. Miedo

El grupo quedó en silencio. Parecía que habían llegado a uno de aquellos puntos en los que no se puede avanzar, pero es imposible retroceder. Como si en medio del camino dos muros sombríos, el pasado y el futuro, impidieran cualquier movimiento y les dejaran encerrados en un presente precario, lóbrego, odioso.

Bouchard volvió a dirigirse a Radha.

-Doctora Chatterjee, vamos a trabajar sobre sus recuerdos de Titán, y también -se volvió hacia Quinteros- con usted. Todos juntos.

José Quinteros amagó un gesto de rechazo, y Radha y Elaine tampoco demostraron ningún entusiasmo.

-¿Es necesario volver una y otra vez sobre ello? -Quinteros hablaba con voz cansada- Cuando por fin me dejaron volver juré que nunca más expondría mis sentimientos en público. ¿Sabe usted qué es lo que significa mostrar tu terror, aparecer como un cobarde ante tus colegas, o tus superiores?… ¿Qué hiriente es quedar como un ser indigno de respeto?… Sólo las personas que te aman y a las que amas tienen derecho a ser testigos de tu debilidad, porque sólo ellas comprenden y perdonan, y permiten que tú mismo te perdones también. Y aquí no hay nadie a quien pueda tomar en consideración para una nueva ostentación de derrumbe emocional.

Las mujeres se miraron, pero nadie dijo ni una palabra. Ya era todo bastante doloroso. Quinteros siguió hablando, con arisca vehemencia.

-Si pudiera usted entender lo que representa desnudar el alma para que unos expertos que ni se imaginan lo que has sufrido te analicen como a una rana en vivisección. Y emitan un informe que te destruye como profesional y como ser humano confiable. Pero no puede, porque precisamente no es usted humano.

Después de este desahogo quedó en completo silencio, la cabeza baja, encerrado en su reserva, rodeado del muro que siempre llevó consigo, pero más alto y más oscuro que antes, si cabe; más alejado de sus antiguas compañeras de lo que nunca había estado.

Roger Bouchard los miró a todos con algo que se parecía a la compasión.

-Todo eso lo sé, y ahora les voy a pedir que valoren qué es lo que van a poner en primer lugar, qué les importa realmente.

-Yo se lo diré -Elaine le miró directamente a la cara-. Incluso usted sabe que ya no puede hacer nada. ¡Déjenos ir! ¿De qué servirá cualquier esfuerzo, cualquier aflicción, que podamos padecer aquí, si todo está perdido? ¿Para qué todo esto? Déjenos marchar y olvídenos. Hasta ahora estábamos bien. Y ya que es tan hábil, borre estas horas de nuestra memoria, y esta vez empléese a fondo.

Bouchard la contempló con fijeza, y después los miró uno a uno. Excepto en Aiko, vio en todos los demás la misma expresión, el mismo anhelo, la misma acusación: si no hay nada que hacer, déjanos en paz. Se replegó sobre sí mismo, y volvió a hablar, esta vez en un tono más opaco.

-Desde luego, tienen dos opciones: revivir recuerdos y emociones desagradables pero que quizá puedan ayudarnos a tomar un curso de acción que sirva para algo, o irnos cada uno por nuestro lado y dejar que todo se derrumbe. Después de todo -su voz y su expresión se oscurecieron aún más-, yo sólo debo volverme por donde he venido y nada me va a perjudicar.

Elaine le miró amedrentada. La apariencia y lo que podríamos llamar el aura de Bouchard tomaban paulatinamente un matiz cada vez más sombrío. Aunque su aspecto físico era el mismo, se podía percibir un halo concentrado de… ¿beligerancia? ¿Hostilidad? No encontraba el concepto adecuado. La mujer tuvo la inquietante sensación de que en realidad aquel ser se parecía mucho a Koroj, o a Kanwal. ¿Dónde estaba el afable joven que la había recibido a primera hora de la tarde? No era su expresión, no eran sus palabras. Era una emanación, potente y afilada, que se filtraba de cada poro, de cada centímetro cuadrado de su piel, de su cabello, como el agua que exuda de un cántaro. Era todo su ser, y ahora recordó lo que tanto le había aterrorizado en Titán. No se trataba de malevolencia. Consistía en algo tan desmedido para su pequeña mente terrestre que quedaba aplastada y exhausta al intentar abarcarlo. No pudo evitarlo, su labio inferior tembló y empezó a sollozar.

-¡Elaine! -Radha se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Después miró retadora a Bouchard.

-No sé qué pretende, pero creo que todos estamos agotados. Yo tampoco resistiré mucho más. Parece que pierdo energía por momentos. ¿Quiere matarnos?

-No. Es una reacción natural ante mi expansión.

-¿Expansión?

-Aparición breve de un amago de mi naturaleza esencial. He sentido impaciencia y por un instante he soltado una fracción de mi control mimético. Si se fijan, estoy volviendo a ser quien era. Y ustedes -miró intensamente a cada uno de ellos- se sienten cada vez mejor, cada vez… mejor…

Ambas mujeres se relajaron visiblemente y se separaron. El rostro de Elaine se fue aclarando y su expresión facial se hizo más tranquila y abierta. Radha respiraba de forma fluida, profunda, y cerró los ojos. Su aspecto era de calma. Aiko y José también exhalaron aire con un fuerte suspiro, parecía que habían estado reteniendo la respiración desde que oyeron las duras palabras que Bouchard les había dirigido. Ahora se iban dejando caer en sus asientos, soltando tensiones. Aiko miró a Bouchard.

-Jakork-san, es evidente que son ustedes algo que no podemos comprender. Le ruego que tenga paciencia con nosotros, que nos explique qué está pasando. A mí me interesa, y mucho. Tengo una hija y un hijo, me han dado una nieta y pronto llegará un nieto. Son lo que más quiero. Por favor…

Bouchard le contestó con simpatía, era otra vez el hombre afable y considerado.

-No tema, Aiko-san, no pretendo ser arbitrario ni asustarlos. Si están aquí es porque les he llamado para hacer algo por su sociedad. Entiendo que hoy ha sido para ustedes un día agotador, les estaba forzando demasiado.

-Estoy realmente cansada -aprobó Elaine.

-No pasa nada por esperar una noche -siguió Bouchard-; nos veremos por la mañana y así, en cuanto llegue el que falta, estarán todos los participantes indispensables y nos pondremos a trabajar. Aprovecharemos el sueño nocturno para activar sus recuerdos con la ayuda de la memoria de la doctora Marchand.

-¿Cómo vamos a hacer eso? -Quinteros seguía desconfiando- ¿Una implantación de ideas?

-En absoluto. Únicamente llevaré a cabo algo parecido a abrir una compuerta de agua con suavidad. Tomando como modelo el contenido de la mente de la doctora en relación al caso, los recuerdos de los demás fluirán de igual forma. Mañana por la mañana todos dispondrán de las mismas referencias, de forma natural.

-Pero creo que aún hay bloqueos… -comentó Elaine.

-Así es; espero que quede todo aclarado en la reunión de mañana. Y entonces, además, estarán todos. El equipo no está íntegro todavía.

-No lo entiendo. ¿Quién ha fallado? -Radha, como organizadora del encuentro, estaba segura de que el grupo estaba completo y le extrañó la observación. Era ella quien había perseguido a uno y a otro por viditel hasta conseguir agruparlos, y en algún caso no había sido nada fácil-. Ya estamos aquí los que podíamos venir, que yo sepa.

-Aún no ha llegado Ider -Elaine habló con voz clara y desafiante-. No sé si pensáis o no en él, pero yo le encuentro a faltar en esta reunión.

-Está ilocalizable, no vendrá -Radha frunció el ceño. Gantomor no era santo de su devoción; fiel a su rígida concepción del deber había hecho muchos pasos y esfuerzos para encontrarle, y tenía la sensación de que su antiguo subalterno la rehuía. Si no aparecía por allí, mejor que mejor.

Pero Bouchard la replicó de forma inmediata.

-Vendrá. Así que esperaremos su llegada, es preferible.

-¿Y cómo puede saberlo? -su tono sonó ligeramente desabrido. Se sentía incluso malhumorada por ese protagonismo que Bouchard se estaba atribuyendo. Radha estaba acostumbrada a mantener el control de las situaciones y la autoconfianza del sociólogo la desconcertaba. La respuesta de Bouchard no se hizo esperar, y fue tajante.

-Vendrá, doctora Chatterjee, porque yo le he llamado.


(Continuará) 


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