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Tres astronautas desconocidos caminan hacia el espectador. Solo se distinguen reflejos en las viseras de sus cascos |
Capítulo XI. Encuentro
Es curioso cómo la mente humana es capaz de adaptarse a las situaciones más absurdas o incluso peligrosas sin mayores dificultades… en el momento en que ocurren. Muchas personas se comportan de forma impensadamente lógica y razonable en circunstancias insólitas, pero después, cuando el ánimo se enfría y el pensamiento quiere encontrar respuestas y realizar análisis exhaustivos, aparecen los problemas y los rechazos. Es entonces cuando las emociones del miedo, el horror, la duda, la ira o el aborrecimiento se adhieren al recuerdo del suceso extraño y lo absorben, de manera que es imposible evocar el uno sin sentir la otra.
Así fue como el equipo de la Mare Undarum se enfrentó a lo desconocido en aquel satélite remoto sin ser destruidos inmediatamente por una reacción de aprensión tan intensa que los bloqueara. Es verdad que quienes les estuvieran controlando se emplearon a fondo para que estuvieran tranquilos, pero su desconocimiento del sistema nervioso humano y del entorno psíquico en que se movían los astronautas tampoco permitió un ajuste perfecto. Elaine fue la primera en darse cuenta de ello al observar la reacción de Aiko Minamoto, y su entrenamiento médico, acompañado de una mentalidad bastante original, la llevaron a pedir a voces un mayor control para ella, que funcionó inmediatamente, dejando a la doctora mucho más tranquila respecto a quienes se habían hecho con el mando de la nave.
Sus compañeros eran simplemente incapaces de razonar en esa dirección. Observaban y aceptaban pero no extraían conclusiones. Fue por ello que la doctora, saltándose cualquier protocolo o jerarquía, y a pesar de su carácter cauto y bastante asustadizo, se lanzó la primera por la abierta escotilla y hacia lo desconocido, porque era la única que tenía una ligerísima idea de lo que podrían encontrar. Acertó, eso sí, a ajustarse el casco en modo hermético completo, más por costumbre que por otra cosa. Ni siquiera se lo aconsejó a los demás, que la siguieron más o menos tranquilos, sin que a nadie se le ocurriera cuestionar las acciones de su médico de a bordo. En aquellos momentos, seguir a la doctora parecía lo más natural del mundo. Después, todos vieron lo mismo: una gran sala que parecía vacía, de suelo liso, y apenas iluminada, con lo que techo y paredes se hundían en la oscuridad. Sin referencia alguna era imposible saber si se trataba de un espacio amplio o angosto, y tampoco el sonido les podía ayudar. Ni voces, ni pasos, ni siquiera el roce de sus propios pies. Iban caminando todos juntos, mirando a uno y otro lado, hasta que oyeron la voz de Radha por el intercomunicador.
-¡Quietos! ¡No sigan avanzando!
Tropezaron levemente unos con otros mientras miraban algo que su superior les señalaba: tres figuras que les esperaban a alguna distancia, quizá veinte o treinta metros, era difícil decirlo. Si esperaban ver algo exótico, extraño o terrorífico, desde luego no se cumplieron sus expectativas, pues ante ellos se erguían tres figuras idénticas a las suyas, tres individuos con mono EVA del mismo color y hechura, con los mismos distintivos y el mismo modelo de casco, un casco que no dejaba entrever nada de los rostros que debería haber en su interior. Sólo reflejos vacilantes y curvos, entre los que se contaban los de los propios tripulantes de la Mare Undarum.
-Manteneos tranquilas, manteneos tranquilos. Estáis completamente a salvo.
Radha comprobó en los indicadores de su muñeca izquierda la presión y composición del aire, hizo una señal de autorización a sus compañeros y replegó el casco. Aspiró y olisqueó, y, ya tranquila respecto a la atmósfera, dio la orden de anular el suministro especial de los trajes. Después se dirigió a los desconocidos articulando las palabras lo más claramente que fue capaz.
-Señores, han asaltado y secuestrado una astronave de la TSA. Se trata de una violación de los tratados interregionales y de un delito grave. Por favor, identifíquense, dennos alguna razón para su actitud y devuélvannos el control de la Mare Undarum de forma inmediata -la voz de Radha le sonó ridícula a ella misma, era débil y no transmitía convicción. Las expresiones (una mera fórmula aprendida), resultaban totalmente grotescas y fuera de lugar.
Sus compañeros debieron de pensar lo mismo. Nadie hizo el más mínimo comentario, aunque Elaine suspiró mentalmente. Si estaba pasando lo que imaginaba, aquella forma de dirigirse a quienes llevaban las riendas era peligrosa. Confió en que fueran comprensivos.
-Por favor, esperad a nuestra comunicación. No hay peligro, repetimos, no hay peligro.
Los tres desconocidos siguieron avanzando hasta situarse a dos o tres metros de la tripulación terrestre. Caminaban de forma lenta y deliberada, aunque sin vacilaciones. Ni siquiera a tan corta distancia se podían distinguir sus facciones tras la lámina transparente del casco. Uno de ellos llevó las manos, poco a poco, hasta el cierre hermético, y lo soltó. No hacía ningún movimiento brusco, y Elaine comprendió que su intención era evitar que se asustaran o que reaccionaran de forma agresiva. Era evidente que todo estaba muy estudiado.
A continuación, el individuo movió el casco hacia atrás y lo replegó. Sin darse cuenta todos contenían el aliento, esperando… ¿qué esperaban, en realidad? Nadie en la Tierra tenía tecnología lo bastante avanzada como para atrapar su nave y mantenerlos en aquellas cómodas condiciones en medio del inhóspito Titán. Por lo tanto… la conclusión parecía clara pero nadie se atrevía a pensarla. Era mejor aguardar lo que fuera.
Y lo que fuera era tan anodino que ni siquiera les sorprendió. Una cabeza de hombre, un rostro serio, concentrado, el aspecto físico de una persona de origen africano, una piel de tono castaño, ojos negros, cabello cortísimo y ensortijado, nariz de base ancha. Radha pensó furiosamente, al menos todo lo que le permitía su restringido campo mental. ¿Quizá una misión paralela de la TSA con personal venido de las jóvenes y potentes universidades de África Austral? Swazilandia se había revelado hacía tiempo como un auténtico vivero de buenos astrofísicos… Imposible, nada de misiones paralelas, la TSA mantenía desde hacía más de cien años una saludable política de transparencia y de asignación de misiones sin fijarse en ningún parámetro más que los conocimientos específicos y la capacidad de trabajo en equipo. Incluso el género de los participantes era obviado desde que se superó la etapa “retro” del siglo anterior. Algo de lo que todos sus miembros estaban muy orgullosos.
Podría ser algo más temible, quizá: una organización oculta, dueña de una tecnología cien veces más avanzada que la oficial, que proyectara sus propias campañas espaciales con vaya a saber qué fines. Tampoco. Todas las universidades estaban conectadas y los científicos, profesores y estudiantes saltaban de una a otra compartiendo conocimientos, gracias a la comodidad del hiplan. La TSA estaba bien establecida en la mayoría de las regiones, y todos los lanzamientos se realizaban desde Bosten para ahorrar recursos y evitar duplicación de equipos; en cuanto a los controles de misión, únicamente se precisaban seis estaciones de seguimiento, tres en cada hemisferio. El sistema era práctico, eficaz y barato. Para eludirlo habría hecho falta un enorme grupo de conspiradores muy bien organizados durante tantos años, y con tanto secreto, que era impensable. Entonces… ¿Quién o qué era lo que estaban viendo?
Lo que no estaban viendo era un hombre. Todos lo sintieron. Aunque su aspecto era el de un varón humano, una curiosa sensación les invadió a todos: la de que no era ni humano ni varón. Su mirada era distante, como si viniera de un punto muy lejano. Y entonces, de eso estuvieron seguros, se dirigió a ellos, aunque sin mover los labios ni cambiar de expresión, como si fuera una esfinge.
-Soy Kanwal de Krakta, responsable de las comunicaciones en nuestro grupo de exploración. Estáis completamente a salvo. Este es el primer contacto entre la raza krakta y vosotros. Nadie os hará daño, nadie dañará vuestros instrumentos ni aparatos, nadie dañará vuestro planeta. Vosotros escuchad.
Aunque les hubieran dicho que les iban a lanzar un proyectil nuclear no habrían reaccionado en forma alguna. Estaban tan descolocados, tan estupefactos, y tan atados por el control mental, que nada que aquel ser les manifestara podía llevarlos más allá de su actual estado de paralización.
Fue entonces cuando Elaine, siempre más atenta a las señales físicas y psicológicas, notó que sus pensamientos se estaban reorganizando y que una ligera ansiedad y alerta la invadían. Los krakta (o como se llamaran) estaban cambiando los parámetros del dominio que ejercían sobre ellos. Poco a poco, se deshacían los fuertes vínculos que los mantenían fijados en un estado de sosiego y las emociones e ideas propias volvían como un tumulto a sus cerebros, trayendo consigo el asombro, la aprensión, el miedo, incluso el enojo y la rebelión.
Susurró a los demás:
-¿Estáis más centrados? ¿Os encontráis bien?
-Sí -Radha contestó enfáticamente, los hombres se limitaron a sacudir la cabeza. Aiko no se movió, pero respondió con una mirada afirmativa a la interrogadora de Elaine.
Radha inspiró profundamente, exhaló el aire con premeditación y se dirigió entonces hacia la figura que se hacía llamar Kanwal. Su voz sonaba mucho más segura que antes.
-Señor, desconocemos totalmente de qué nos está hablando. Si verdaderamente desean ustedes entrar en contacto pacífico con nosotros, no creo que secuestrarnos y modificarnos a nivel mental y emocional sea una forma apropiada de hacerlo. Queremos volver a ser dueños de nosotros mismos y de nuestra nave, queremos recobrar el contacto con nuestra base y pedir instrucciones; entonces creo que podremos establecer comunicación desde una situación de igualdad.
-Estamos primando vuestra seguridad y vuestro bienestar. Vosotros escuchad.
Iderbayarii saltó como un resorte demasiado tenso.
-Nuestra jefa de misión ha expresado claramente lo que debéis hacer para que os escuchemos. Estas imposiciones son insultantes. Aunque os podáis sentir superiores, nosotros merecemos ser tratados con respeto.
Elaine le tomó por el brazo.
-Ider, espera -le bisbiseó-. No sé si hablar así es buena idea.
-Suéltame, caramba. Ni que fuera un niño -el susurro de Gantomor fue bastante más fuerte que el de ella, aunque sin ninguna hostilidad. Tenía debilidad por su médico de a bordo, habían estado juntos en varias misiones y siempre se habían llevado bien. Se desasió con delicadeza.
La mirada y el tono de voz con que la doctora Chatterjee les obsequió a ambos fueron muy poco amigables.
-Yo soy la primera ejecutiva y responsable del proyecto. Silencio todo el mundo mientras no autorice a otra persona a seguir con esta conversación.
-Vuestra actitud es absurda. Ya que no podéis dominaros a vosotros mismos y escuchar, cambiaremos la estrategia.
De pronto, las piernas se les aflojaron y no pudieron permanecer de pie. Con más o menos brusquedad se fueron dejando caer en el suelo y permanecieron allí quietos y completamente callados. Una profunda somnolencia cerró sus párpados y todo fue oscuridad.
…
Cinco cuerpos caídos en la gran sala en penumbra bajo el suelo de Titán dormían serenamente. Estaban cómodos, calientes y protegidos de cualquier peligro. Tres siluetas perdieron su forma y tres seres, que hubieran sido de pesadilla si algún terrestre hubiera podido verlos, se alejaron para aislarse mientras sus huéspedes permanecían ajenos a todo.
Los krakta se congregaron en un extremo de la estancia, y otro ser se unió a ellos. Quizá una imagen, o una presencia, similar a la suya, flotó en la semioscuridad. O quizá no era nada reconocible ni visible. Ninguna onda sonora hizo vibrar el aire que los humanos estaban respirando. Sin embargo, los cuatro participantes en aquel cónclave se comprendían perfectamente e intercambiaban información muy compleja sin ninguna dificultad.
Su pequeña conferencia se prolongó durante un tiempo indeterminado, que seguramente fue bastante largo, pues la cantidad de información recabada era enorme. Sin embargo, ninguno de los krakta parecía tener prisa alguna. Finalmente se llegó a una conclusión provisional:
-Registrado y a punto para el análisis. Confirmación pendiente de nuevas observaciones. ¿Será necesario ampliar y perfeccionar procesos de mimetismo?
-Así es. Precisamos tres completos para el equipo en terreno, y deseable otro para el observador por si se precisa. Han de estar perfectamente adecuados a la forma de comunicación planetaria. El primero ha sido correcto en general con algún detalle fallido o poco indicado.
-Analizando y completando. Las instrucciones os llegarán en un décimo de rotación del satélite. Para ajuste mímesis de observador espero información complementaria desde el planeta.
-Apropiado y oportuno. Escoge por afinidades.
-Nueva conexión al complementar vuestra adaptación mimética.
-Krakta imperecedera.
-Krakta imperecedera.
-Krakta imperecedera.
-Krakta imperecedera.
El cuarto representante de la raza krakta dejó el grupo, aunque ningún observador externo hubiera podido precisar cuándo y cómo. Los tres restantes fueron como sombras entre las sombras y Titán siguió su movimiento inalterable mientras para los astronautas el tiempo estaba detenido y en la Tierra, familiares y compañeros de los perdidos luchaban contra la incertidumbre y se debatían entre el miedo, la duda y la desesperación.
(Continuará)
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