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Modelo de traje espacial SOKOL |
Capítulo VII. Hermanas
Una semana más tarde, en un despacho minúsculo del último piso del ya caduco Palacio Saraswati de Ciencias y Tecnología, Radharani escondió la cabeza entre las manos y suspiró. Poco a poco fue relajando la musculatura mientras su respiración se concentraba y silbaba levemente a través de la laringe. Permaneció varios minutos en profunda meditación, sin percibir el más mínimo susurro a pesar de que desde la calle ascendía el bullicio incansable de Nueva Delhi apenas disimulado por el leve rumor del acondicionador de temperatura. Salió de su estado de calma mental y reflexionó en cuáles habrían de ser sus pasos a partir de aquel momento. Primero, claro está, buscar alojamiento para las dos mujeres en alguno de los espacios previstos por la Convención, dos habitaciones, si podía ser cerca de la suya. Hablar con la organización para conseguir pases, vales de restaurante y cafetería…
Los hombres no vendrían. José Quinteros se había negado en redondo a hacer el viaje desde Corrientes. Después de muchos esfuerzos había conseguido un trabajo digno que le absorbía las horas y los días y no quería separarse de su familia y aún menos tan cerca de las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes. En cuanto a Gantomor, no consiguió localizarlo. No estaba en su casa de Ulaanbaatar y el secretario de su departamento en la universidad le informó que toda la familia visitaba a unos parientes nómadas que no disponían ni de fonos ni de comunicación vía satélite. Radha no perdió el tiempo poniéndose nerviosa, por lo menos tendría el apoyo de sus compañeras.
Después se recostó y dejó vagar la vista por la libreta donde había anotado los datos: nombres, apellidos, cargos, experiencia, fechas de entrada y salida de la Convención… La conversación con Elaine había vuelto a ser difícil pero finalmente la había convencido. En cuanto a Aiko, realmente le sorprendió la rapidez con la que accedió a todas las demandas. Algo había cambiado en esa muñeca oriental de privilegiada inteligencia y aspecto sumiso con una perpetua y modesta sonrisa en los labios. Parecía incluso ansiosa por asistir a un encuentro que podía llegar a ser muy perturbador. Radha se preguntó por qué.
Una llamada del viditel la sacó de su ensoñación, y se despejó completamente cuando vio que era Lakshmi desde Blackburn. Suspiró y conectó la pantalla; hablar con su hermana le hacía sentir un dolor sordo en el corazón. La echaba tanto en falta... Pensativamente observó la aparición en el aire de una cara de facciones muy parecidas a la suyas, pero diferenciada por un maquillaje sutil y un peinado exquisito. El traje era sobrio, gris y blanco, muy elegante.
-Hola, Didi1. -La voz de Lakshmi sonó cariñosa, y Radha sintió una oleada de afecto por su sofisticada hermana pequeña.
-Hola, Choti2. ¿Cómo estás?
-En estos momentos, asombrada. Creía que participabas en una convención de astronáutica.
-Así es. ¿Por qué te parece que no?
-¿Y por qué llevas sari?
-¿Y por qué no?
-Porque parece que estés a punto de ordeñar la vaca.
-Sí, con un sari de seda.
-De seda o de terlenka, da lo mismo. Se te ve anticuada, retrógrada.
-No empieces, en este clima es lo mejor. Si algún día voy a Alaska te prometo que me pondré una camisa de leñador.
-Oh, sí, y que vivan los estereotipos.
-Así soy yo, Radha la reina del estereotipo.
-¿Y ese peinado?
-¿Y el tuyo?
-En fin, haz lo que te parezca. Pero me joroban los “retros”; para una vez al mes que recibo un mensaje grabado de la familia, el de mamá sólo consiste en fruncir el ceño y «fíjate en Radha cómo honra su herencia», y papá y tú explicando las novedades pero más serios que dos guardianes del templo de Kalighat. Suerte tenemos de las payasadas de Kiram. No lo entiendo, Didi, tú, que cuando éramos jovencitas, habías sido un ejemplo de mujer para mí con tu actitud, cambiaste totalmente. Empezaste a parecer una ortodoxa, y aún lo puedo entender en nuestra ciudad, pero ¡en Delhi! ¡Y en una convención internacional!
-Alégrate de que todo se quede en la ropa. Hace doscientos años los conservadores volvieron a meter a las mujeres en casa a tejer, hemos tenido mucha suerte.
-Por eso no quiero ni acercarme al traje tradicional y me da rabia que tú, con tus títulos y tu carrera, te pasees por la convención como si jamás hubieras estado en el espacio, y fueras la matriarca en una boda rural.
-Si has de estar más contenta recuperaré el NeoSokol2, me quedaba de maravilla.
Lakshmi soltó la carcajada. Con su hermana muchas veces no cabía otra reacción. Radha continuó:
-Cariño, ¿me has llamado por algo?
-Tienes trabajo, ¿verdad?
El tono era irónico, pero Radha lo pasó por alto.
-Sí, pero siempre tengo tiempo para ti. ¿Qué ocurre?
Lakshmi se puso seria, y Radha vio que jugueteaba con un punzón de escritura electrónica, sin mirarla. Esperó. El silencio se hizo opresivo y finalmente la más joven de las hermanas se decidió a hablar.
-Se trata de Iskandar. Quiere conocer a los abuelos indios, como les llama. Nos ha pedido viajar a Bengala. Y si lo piensas bien, tiene todo el derecho a ello. Hemos visitado a la familia de Mega un par de veces, y habla con sus padres cada semana por viditel. El niño no entiende tanto secretismo con los míos.
Radha suspiró.
-Me imagino que Iskandar no tiene ni idea de tu situación con nuestros padres.
-Nunca me he atrevido a decírselo. Pero claro, está creciendo, y sólo oír explicaciones y ver imágenes o grabaciones ya no es suficiente. ¿Qué crees que puedo hacer?
-Lo mejor siempre es decir la verdad. Y podría hablar por viditel con nuestro padre. Y tú también. Si supieras la ilusión que le haría… Jamás insinúa nada, ni os nombra siquiera, por nuestra madre, pero su triste mirada cuando oye algún comentario lo dice todo. Ya que el niño tiene interés, piensa que papá también tiene derecho a conocer a su nieto.
-¿Tú crees que querrá hablar conmigo? -Lakshmi tenía lágrimas en los ojos.
-Él sí, cariño, él querrá. Pero tenéis que bajaros cada uno de esa torre hecha de malentendidos a la que os habéis subido. Si te parece bien, cuando vuelva de la convención empezaré el acercamiento…
-Te lo agradeceré. En cuanto a nuestra madre…
-De momento déjala al margen. Yo no sé qué es lo que le hace más daño, que tengas por pareja a una mujer, o que sea de familia musulmana.
-Mega es tan integrista islámica como yo estranguladora de Kali. Y por cierto, a ti tampoco te hizo ninguna gracia, no vayas ahora de liberal.
-En mi caso fue por miedo. Una pareja femenina y además indonesia. Me dio terror perderte para siempre. No volver a verte nunca. Que, al fin y al cabo, es lo que está pasando. Ni que Inglaterra fuera el paraíso.
-Pues con todos sus defectos, al menos en Blackburn podemos vivir nuestra vida sin que nadie nos señale con el dedo... O nos viole en una esquina para hacernos mujeres…
-¡Lakshmi, por favor! -Radha se sintió profundamente herida por el comentario, quizá precisamente porque no podía negar de forma absoluta que fuera posible algo así.
-Lo siento, pero compréndeme. ¿Qué sería de nosotras en Bengala? ¿Qué sería de Iskandar?
-Y mientras tanto ahí estáis, solas, sin el apoyo de vuestra gente, viviendo lejos de vuestro pueblo y vuestras tradiciones.
-¿Las tradiciones de quién? ¿Las de Mega, o las mías? Aquí las tradiciones son de todos. Vivimos juntos y celebramos lo que nos apetece. Por si te interesa, le estoy haciendo un disfraz de dragón a Iskandar; su mejor amigo es de familia china y le hace muchísima ilusión acompañarle a las fiestas del Año Nuevo.
Radha suspiró y la invadió la tristeza.
-Sé que todo es muy complicado, pero si hubieras tomado otra decisión quizá podrías tener el apoyo de tus padres… Estás pidiendo mi ayuda para eso, ¿no es así? En el fondo buscas la aprobación de los tuyos.
-¿En serio? -el rostro de Lakshmi se oscureció-. Jamás tendré la aprobación de mi pueblo mientras sea una apestada. No voy a dejarme llenar la cara de ácido por vivir allí… No sé si tienes idea de lo liberador que es vivir en una sociedad multicultural y multirracial sin complejos. Como lo fue Singapur.
-¿En serio? Singapur fue barrido por el mar, sus grandes avances en sociología desaparecieron hace mucho -Radha sonó sarcástica, aunque no lo pretendía.
-Sí, tú ríete, pero el sueño de Singapur no se ha acabado. Aquella Arcadia ha de volver, y volverá.
Los ojos de Radha se nublaron. Recordó sus juegos infantiles y las lecturas escolares. Et in Arcadia ego, cómo les gustaba a las dos aquella frase. Yo también lo he vivido, yo también lo supe, a mí también me hizo feliz. Lakshmi, que no advirtió la emoción de su hermana, seguía hablando.
-…Y todos tendríais que entenderlo; y que nos queremos y somos felices, pero que, aunque estemos lejos y no os gusten nuestras decisiones, también necesitamos a nuestra familia. Que lo más importante es conservar el mutuo amor y que nuestros hijos se sientan amados e integrados.
-Todo eso es muy bonito, pero es demasiado para una mentalidad como la de nuestra madre -en aquel momento, Radha decidió remontar aquella conversación que se iba haciendo cada vez más sombría, así que dio a su voz un tono alegre y sonrió-. Papá está mucho más preparado, y cuando sepa que el nieto quiere conocerle… se va a deshacer, ya lo verás.
-Lo dejo en tus manos. Mi querida Didi, qué haría yo sin ti… ¿Qué tal con Kiram, por cierto? Siempre se queja de que le riñes constantemente…
-Es un idiota y prefiero no hablar de él.
-Didi…
Pero Radha hizo un gesto ligero con la mano para quitar importancia a la situación, y miró cálidamente a su hermana.
-Quedamos así, he de dejarte ahora. Un beso para Mega y un abrazo muy fuerte para Iskandar de parte de su tía la astronauta.
-Si supieras lo orgulloso que está… Lo explica a todos sus amigos. Aunque siempre se queja de que lleves trenza, para contentarle tendrías que cortarte el pelo al rape, como SuperAstroTootsy.
-¡Ni hablar! Ni tampoco me pondré unas mallas plateadas y una capa. Que se olvide.
-Ni un sencillo mono-pantalón, por lo visto, tampoco.
Lakshmi no había podido evitar la pequeña pulla. Aunque amaba a su hermana y le estaba inmensamente agradecida por todo su apoyo, cuando cerró el contacto se sentía descontenta. La actitud de Radha le desagradaba, y no tenía nada que ver con sus dificultades para entender cómo ella y Mega querían vivir. No, el problema era que su hermana llevaba tiempo siendo cada vez más y más tradicionalista, y la tendencia era peligrosa y se extendía como una mancha de aceite. La influencia “retro” volvía a dejarse sentir en todo el planeta, y muchas mujeres con carreras exitosas empezaban a temer que en pocos años apareciera otra ola conservadurista que las relegara de nuevo a la servidumbre. El vestido era lo de menos, pero marcaba una tendencia preocupante. Lo malo era que a Lakshmi le faltaban argumentos ante la fina ironía de su hermana mayor.
Mientras tanto, Radha se decía a sí misma que se trataba de una cuestión de comodidad, pero también de afirmación. Era hindú, y no retrocedería ni una línea en la defensa de su cultura y creencias. Si su Choti quería vestirse de moderna, a ella le daba igual, pero Radha mostraría su profundo amor por su tierra pesara a quien pesara. Ingeniera, astronauta o ama de casa, ¿quién decía cuál era la forma adecuada de vestir? Y entonces, pensando en las palabras de su hermana, se dio cuenta con inquietud de que hacía veinte años, cuando empezó su carrera en la TSA, no se habría vestido con un sari ni cobrando, y que se hubiera reído de cualquiera que le hubiera insinuado tal cosa. Y que sólo cuando el incidente de la Mare Undarum echó por la borda sus proyectos y dio al traste con sus excelentes inicios en la astronáutica, regresó, sin darse cuenta, a una forma de expresión tan arcaica. Hasta ahora no había sido consciente de este brusco cambio en su actitud, y de pronto una extraña duda se insinuó en su mente, siempre tan disciplinada. Y ante la aparición de la duda, sintió miedo.
(Continuará)
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1 Hermana mayor en bengalí (también en otros idiomas)
2 Hermana pequeña
3 Versión actualizada del traje espacial Sokol que vestían los tripulantes de la Soyuz
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