dimarts, 25 de març del 2025

Una laguna en el mar de las olas (IX)

 

Mono EVA Axiom Space 2025


Capítulo IX. Descenso

Tendrían que haber estado aterrados. La Mare Undarum no les obedecía, pero parecía que conservaban el soporte vital. Habían descendido hacia Titán, al principio en una caída brusca, precipitada. Después, cuando sus corazones estaban a punto de estallar y sintieron fuertes mareos, la nave se movió de forma más suave y recuperaron la normalidad de sus constantes fisiológicas. A pesar de todo, únicamente sentían una ligera aprensión, como si en su mente se hubiera instalado un cojín o cualquier otro dispositivo de seguridad contra el que rebotaban las ideas y las sensaciones sin llegar a afectarles del todo.

Quizá fuera Quinteros el menos conformado; llevaba varias horas sentado ante las pantallas silenciosas y era más consciente que los demás de la pérdida de contacto con la base y de su absoluta soledad en el hostil espacio de Saturno. La comunicación rutinaria desde las estaciones de seguimiento había enmudecido la jornada anterior y ninguna respuesta se había recibido a los constantes mensajes que seguía enviando, ensayando uno y otro canal y frecuencia sin resultado alguno.

-¡Control de Tierra! ¡Control de Tierra! ¿Me reciben? Aquí Mare Undarum desde la órbita de Titán. Habla José Quinteros, responsable de telemetría. ¡Control de Tierra! ¡Control de Tierra! ¿Me reciben?...

El correntino repetía una y otra vez el protocolo de enlace, pero las voces de sus compañeros, a 3.000 millones de kilómetros, seguían muertas. Hasta que, de nervioso y abrumado, el hombre empezó pasar poco a poco a abstraído. Su voz perdía sonoridad mientras él parecía hundirse dentro de su traje y su rostro se contorsionaba tras la máscara transparente, ya que desde el inicio del incidente la jefa de misión Chatterjee había ordenado que todos vistieran el mono EVA1 (tantos años de astronáutica y aún no habían inventado nada que fuera más práctico, apenas si habían reducido de forma significativa el tamaño y el peso de algún componente) y llevaran los cascos en el primer nivel hermético, a punto para pasar a cierre completo a la menor señal de despresurización o cualquier otro motivo de alarma.

Aiko Minamoto, los ojos clavados en las imágenes analíticas de la superficie de Titán, se movía como si fuera el Hada de azúcar, leve como un suspiro, apenas rozando el suelo ni los instrumentos, sin siquiera un susurro, mientras Gantomor, enjuto y macizo, seguía calculando incansablemente la velocidad, dirección, inclinación de ruta y distancia al satélite. Chatterjee estaba a su lado, atendiendo a todos los indicadores y comprobando los resultados del matemático. Este hablaba en murmullos:

-Seguimos bajando… Sí, en órbita elíptica… parece segura, ya no caemos. Altura…

-La armazón metálica no se recalienta, es curioso -Radha clavaba la vista en los sensores exteriores-. El descenso es gradual como si cayéramos en frenado, no hay rozamiento, todos los motores están parados…

Únicamente Elaine Marchand dejaba de lado los índices mecánicos para vigilar a sus compañeros. Ya sabía por los monitores de constantes vitales que los valores de tensión arterial, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y temperatura eran normales, todo formaba parte de aquellos insólitos acontecimientos que estaban viviendo juntos. Sin embargo, se fiaba más de sus ojos y de su experiencia para calibrar a estos seres humanos sometidos a un entorno por demás extraño e inquietante y que sin embargo no evidenciaban el más mínimo signo de malestar orgánico. Solamente podía imaginar cómo estaría su mente por similitud con la suya propia. Y ella estaba singularmente apática, como si todo aquello no fuera con ella, como si le pasara a otro, o muy lejos. Sabía que estaba disociada, pero lo que no sabía era en qué forma había aparecido esa respuesta de su cerebro, no creía que su entrenamiento llegara a ser tan preciso y tan sutil.

Radha se volvió hacia ella.

-Doctora Marchand, es necesario administrarnos ya algún relajante Psous o una inyección de Serodop Rapid. Es lo que suele hacerse en estos casos. Empiece cuanto antes.

Elaine vaciló un momento entre su cortedad natural, las exigencias jerárquicas y la perspicacia y competencia profesional que necesitaba evidenciar en aquellas circunstancias. Sintió que ahora o nunca debía dejar claro cuál era su papel en aquella nave, así que contestó con toda la naturalidad que pudo conseguir, pero con firmeza.

-No lo veo necesario, y ni siquiera conveniente. Todo el equipo está generando una disociación espontánea, y nuestro estado físico es correcto. El Psous compromete la respuesta muscular rápida y el Serodop provoca alucinaciones de invulnerabilidad. No nos interesa. Hemos de estar bien alerta y con todas nuestras facultades a punto para reaccionar adecuadamente ante cualquier cambio de situación.

-Es el protocolo aceptado y consolidado.

-Pues no estoy de acuerdo con él. He estudiado atentamente la mayoría de las misiones de los últimos diez años; algunos fracasos se han debido a la excesiva rapidez en administrar ciertas sustancias a los astronautas. Por favor, deme un voto de confianza.

En todos los meses que llevaban de misión ella no se había opuesto nunca a una decisión de su mando superior en la nave. Cierto que era la primera vez que se encontraban en un trance tan difícil de valorar como aquél. La jefe de equipo la miró con ojos escrutadores, pero Elaine le sostuvo la mirada, sin desafío, pero con convicción. Siguió hablando con deliberación y palabras bien articuladas.

-No se preocupe, doctora Chatterjee. En estos momentos mi atención está ocupada exclusivamente en el bienestar físico y psíquico de todos los tripulantes. Usted dedíquese a su trabajo, yo me dedico al mío. Le prometo que si es indispensable el tratamiento farmacológico, lo llevaré a cabo.

Los demás las miraron por un momento, quizá esperando un estallido, pero Radha estaba lo bastante segura de sí misma como para escuchar y comprender las razones del médico de a bordo, y acatar su opinión. Se volvió a sus instrumentos y no volvió a tocarse el tema.

El descenso duró varias horas, y nada cambiaba salvo la imagen de Titán, cada vez más cercana. Los indicadores meteorológicos y geológicos mostraban relieves de falsos colores que pasaban como una nube borrosa y los cinco tripulantes se dejaban ir, poco a poco, fatigados por un pesado sopor que cerraba sus párpados y dejaba sus brazos y piernas laxos y torpes como los de una muñeca de trapo. Pronto cayeron dormidos; la última fue Elaine, que luchaba con denuedo contra la somnolencia pero que finalmente se hundió en un sueño sin dolor y sin alegría, sólido y compacto como una anestesia.

Abrió los ojos levemente y sintió que estaba inclinada sobre su consola. Todo permanecía muy quieto. Fue levantando la cabeza con precaución y observó a sus compañeros derrumbados en sus asientos, los brazos colgando, las cabezas inclinadas, las piernas flojas. Respiraba bien, tomó aire e intentó levantarse; lo consiguió con cierto esfuerzo, como si saliera de un profundo letargo. Se dirigió inmediatamente hacia el lugar en que Radha, desarticulada, parecía absolutamente privada de tensiones. Estaba viva y respiraba de forma regular, y Elaine comprobó que los demás se encontraban en las mismas condiciones. Aliviada, intentó averiguar dónde estaban.

Se dirigió hacia las escotillas pero todo era oscuridad. Apenas un ligero resplandor proveniente de la iluminación de emergencia permitía distinguir el interior de la zona de trabajo. Paneles y sensores permanecían mudos. Sentía el silencio casi como una sensación física que la envolvía en los pliegues de una capa espesa, densa. Poco a poco sus compañeros despertaron: uno a uno se fueron removiendo, extendiendo brazos y piernas, flexionando articulaciones… Únicamente Gantomor parecía más paralizado, más rígido, y su respiración era pesada, sibilante y fatigosa.

-Ider… ¡Ider!… ¡Iderbayarii!, ... ¿qué te pasa? -Elaine empezó a sacudirle; los ojos seguían cerrados y no parecía oírla- ¡Iderbayarii, contéstame!

La jefa de misión Chatterjee se acercó mientras hacía estiramientos. Minamoto se levantó de su asiento pero apenas si se fijó en nada, atenta sólo a comprobar pantallas. En vano, porque la astronave parecía tan apagada como una vela exhausta, sin cera ni mecha. Quinteros todavía estaba sacudiendo la cabeza y bostezaba.

-¿Gantomor? -la pregunta de Radha no obtuvo ninguna respuesta y se dirigió a la doctora-. ¿Puede saber qué le ocurre?

-Está como conmocionado, pero las constantes son correctas.

-¿Vale la pena inyectar un estimulante?

-Prefiero esperar, físicamente está bien y no quiero alterar su equilibrio. A ver si pasados unos minutos reacciona.

Elaine accionó el pulsador apropiado y puso en marcha el sistema eléctrico externo de su traje; después hizo lo mismo con los receptores del mono EVA de su compañero. A continuación, empleando sus índices y pulgares, algo engrosados por los guantes de aislamiento, presionó con suavidad diferentes puntos del cuerpo del matemático: la parte interna de los codos, de las ingles, de las rodillas… Con cada movimiento de sus dedos lanzaba una ligerísima corriente y pronto el tono muscular del hombre se fue recuperando. En su rostro aparecían y se difuminaban sutiles vibraciones.

-Creo que con esto habrá más que suficiente…

Antes de que acabara la frase Gantomor abrió desmesuradamente los ojos, hipó y recuperó la consciencia.

Vaj! ¿Qué me ocurre? -sacudió la cabeza e inmediatamente se puso alerta- ¿Todo el mundo bien? ¿Y la nave? ¿Los indicadores?

-¡Los indicadores! -el telemetrista se levantó con rapidez pero Radha le detuvo.

-Calma, Gantomor, Quinteros, todos estamos bien, la nave parece intacta, el soporte vital y las luces de emergencia funcionan, pero por lo demás…-Radha hizo un amplio gesto con la mano mostrando el interior de la sala. Gantomor se incorporó.

-Veo, o más bien noto, que tenemos gravedad g12. No se oye ningún zumbido, los motores están perfectamente calibrados, pero detenidos… y no estamos en caída libre porque tenemos gravedad. Ni posados en Titán, ya que el tirón gravitatorio sería mucho menor, en concreto de…

-Tiene razón -Radha le atajó pensativamente-. No entiendo estas incoherencias. ¿En qué situación nos encontramos?

-Manteneos tranquilos, manteneos tranquilas.

La frase, en un hiplan completamente neutro, pareció resonar directamente en la mente de Elaine. Vio como los demás se sobresaltaban y dedujo, correctamente, que todos habían recibido la misma orden o sugestión. Pero los altavoces seguían mudos y fríos.

Todos se miraron. José Quinteros susurró:

-¿Esto es real? ¿Habéis oído que hemos de estar tranquilos y tranquilas? ¿Quién podría querer usar una forma de género tan específica? ¿Y para qué?

Radha hizo un gesto para que callara. Después indicó los señalizadores de control de Tierra y Quinteros se acercó a ellos y escuchó atentamente. Meneó la cabeza.

-No procede de aquí.

Aiko Minamoto parecía una estatua helada. No se movía ni un músculo de su menudo cuerpo y su rostro inexpresivo estaba blanco. Elaine conjeturó que estaba aterrorizada. No era raro, pero el resto del personal se comportaba con más normalidad. La doctora Minamoto no había pronunciado aún ni una sola palabra, ni había hecho el más mínimo gesto hacia sus compañeros desde que recobrara toda la conciencia.

-Conservad la calma. En unos minutos se abrirá la doble compuerta.

El rostro de la japonesa empalideció aún más, si ello era posible.

-¡Aiko tiene miedo! ¡Parad! ¡O haced algo! -el grito de Marchand los dejó a todos asombrados. Pero Minamoto se relajó visiblemente y su aspecto se volvió más flexible. Incluso sonrió de forma muy, muy ligera.

-Gracias, seáis quien seáis -Elaine miró retadora a sus compañeros-. No hace falta que me toméis por loca. Ha funcionado, ¿verdad?

Chatterjee suspiró pero no dijo nada. Tampoco se sintió capaz de articular palabra cuando oyó el silbido del aire al escaparse por la compuerta estanca. Todos se volvieron en dirección a la salida. La puerta se abrió completamente y a través de ella únicamente se distinguía oscuridad.


(Continuará)

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1 Siglas en inglés de Extra-vehicular activity (actividad extravehicular)

2 G1: la gravedad terrestre normal


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