dissabte, 26 de juny del 2010

La fi d'un viatge

Quan escrivim generalment descrivim imatges: espais, colors, fesomies. El sentit de la vista ens aporta escenes, moviment, expressions. Insensiblement, quan llegim el que un altre ha escrit, formem les nostres pròpies imatges visuals en resposta al seu text.

Però també es pot escriure (o descriure verbalment) sobre quelcom que no hem “vist”. Disposem de més sentits: oïda, olfacte, gust i tacte, com a clàssics, a més dels sentits de l’orientació espacial, postura corporal i d’altres.

Ens van proposar un relat curt en el qual la descripció i el tema eren lliures, però aquest cop ens havíem d’oblidar de la vista. Les dades ens podien arribar només a través d’altres sentits. La meva intenció, al començament, era parlar dels sorolls del camp, o de les olors d’una cuina, o dels gustos d’un plat. Però mentre feia esborranys em va assaltar la idea d’una persona en una UVI. Jo hi vaig estat ingressada en una ocasió; en un altre moment de la meva vida hi vaig treballar, i per tant vaig tenir cura de persones amb les quals em comunicava mitjançant el tacte i la veu. I dissortadament també he hagut d’anar a visitar éssers estimats que s’estaven allà, fora del nostre abast, lluny del nostre amor. Dels meus records personals, i del que em va semblar percebre que potser sentien els altres durant les llargues hores en què entre ells i jo només existia que una espessa boira, ha nascut aquest relat.


Caspar D. Friedrich. Paisaje al ocaso con dos hombres (1830-1835) 



FIN DE VIAJE

El mundo ha desaparecido súbitamente, en un parpadeo. Todo es oscuridad. No puedo moverme, pero no sé por qué. Tampoco sé dónde estoy, ni siquiera recuerdo quién soy, al menos en este momento. Intento reordenar mis pensamientos pero no puedo concentrarme.

(…)

He oído un sonido potente, molestísimo. Luego otro y otro. Son sirenas de ambulancias o de bomberos, me dice mi mente; no entiendo qué significan esas palabras. Las sirenas, si eso son, se detienen justo cuando empiezan a estar tan cerca que resultan insoportables. Oigo voces, muchas voces, no comprendo qué están diciendo pero expresan urgencia, premura. Algo ha pasado que exige una actuación rápida, o eso dice esa mente que parece saberlo todo. Ahora me hiere los oídos un chirrido agudo, de metal contra metal. Y no acaba nunca, es horrible. Quiero que pare, pero nada pasa porque yo lo quiera; intento taparme las orejas y no puedo, no me encuentro las manos, no soy capaz de localizarlas, no sé si están. Lo que sí noto es mucho calor. Me ahogo.

(…)

Ha parado el chirrido y un soplo de aire fresco ha calmado un poco el agobio que siento; la sensación de encierro ha disminuido. Las voces están más cerca y alguien me toca, ahora me cogen, me levantan, soy llevado en volandas. Mi cuerpo adormecido despierta de pronto y miles de agujas dolorosas me atraviesan la cabeza, el tronco, los brazos y las piernas, es insoportable. Quiero aullar de dolor, pero sólo oigo un gemido, y otro, como graznidos de un ave de presa, ¿seré yo? Es que tampoco me siento la garganta. Percibo que la postura de mi cuerpo ha cambiado, estoy estirado cuan largo soy en lugar de encogido, y se alivia un tanto este padecimiento atroz. Unas manos cogen mi cabeza con cuidado, qué tacto tan agradable. Unos dedos buscan en mi brazo izquierdo, después se clava alguna cosa, encajan algún objeto indefinido sobre mi nariz y mi boca y ahora respiro mucho mejor. Las agujas que atormentan todos mis miembros ya no son tan agudas, ya no penetran tanto. El mundo vuelve a desaparecer.

(…)

Es el tacto fresco de las sábanas limpias, de eso estoy seguro. Qué raro me siento. Bajo mi cabeza y mis brazos hay bultos blandos y los identifico como almohadones. Bueno, parece que puedo ordenar algo más mis pensamientos, estoy más relajado y apenas me duele nada. Pero tampoco puedo moverme, y estoy ciego, o al menos con los ojos cerrados. No lo sé con certeza porque nada en mi cuerpo responde a mi voluntad. Por alguna razón esto no me angustia ni me pone nervioso, sólo estoy un poco mareado y con sensación de irrealidad. Lo que tengo son ganas de descansar, y eso hago. Un silbido rítmico suena a mi izquierda: piiiii, silencio, piiiiii, silencio. También oigo un ruido que parece venir de mi interior, como un huracán sordo. Es mi respiración. Qué tranquilidad, me duermo.

(…)

Poco a poco percibo una lógica en las cosas que pasan. Hay momentos en que unas manos suaves y cariñosas separan de mí los montones de tubos y cables que me constriñen. Una esponja rebosante de agua tibia y jabón de agradable aroma me deja bien limpio, ¡qué placer! Me mueven cuidadosamente a un lado y a otro, cambian mis sábanas. Voces contenidas se dirigen a mí con dulzura. Estoy en un hospital, ahora lo entiendo. Mi mente me explica que la comida de los hospitales es horrorosa, pero yo le respondo que no tiene de qué preocuparse: como no tengo hambre, no me dan de comer. A veces las manos no son tan suaves; hay algunas rugosas, otras delicadas, las hay que me tocan con firmeza pero sin afecto, así como hay voces secas junto a otras afectuosas. He aprendido a distinguirlas todas y a relacionarlas con las manos y con los ruidos de pasos que las preceden. A veces esos pasos no vienen hacia mí, oigo lamentos, conversaciones. Bueno, es normal, dice mi mente, si estás en una UVI debe de haber más pacientes. Pero esa mente tan lista no me dice por qué estoy aquí. No lo sabe todo, aunque ella crea que sí.

(…)

Han apretado mi mano, oigo una voz que me recuerda algo, algo muy querido. Mi mente me dice que se trata de Carmen. ¿Carmen? ¿Y quién es Carmen? Mi mente no contesta. A veces se hace la despistada. Pero me gusta que me cojan la mano así. Intento apretarla a mi vez, pero no sé si lo he conseguido.

(…)

Carmen, sea quien sea, viene a menudo. Ahora ya la espero con ilusión. Es un punto fijo en este desbarajuste, porque por alguna razón últimamente mi mente se confunde. El paso del tiempo ya era extraño al principio pero ahora no tiene ningún sentido. Sólo Carmen tiene sentido, su voz que dice palabras ininteligibles, sus dedos que se entretejen en mi pelo, su mano que sujeta la mía durante un momento infinito.

(…)

Voy y vengo de la nada al caos. Mi mente ya no me dice cosa alguna: aunque le pregunte no contesta, o lo que responde es absurdo y no lo comprendo. Ahora percibo un cambio, el silbido rítmico de mi izquierda es un pitido continuo, insistente, piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Pasos apresurados, voces. Bruscamente separan de mí sábanas y cables, y siento en el pecho un fuerte golpe y una quemazón. Otro golpe y otra quemazón. De repente, el silencio.

(…)

Y ahora, por fin, veo. Es una luz dorada, preciosa, que parece venir de una puerta allá en lo alto. ¡Hacía tanto tiempo que no veía nada! Voy hacia allí, y tras aquel lago de claridad distingo figuras que me son familiares. Me esperan y yo quiero ir ahora mismo. Mi mente ha susurrado por un momento: ¿Y Carmen? Me he desconcertado, pero las figuras me llaman y sus voces son tan y tan cariñosas… Mi mente ha callado totalmente. ¡Voy con vosotras! La luz y las figuras me rodean y todo se confunde en un destello. ¿Es un instante eterno? ¿O es la eternidad concentrada en un punto? No puedo contestarme porque mi yo ya no existe más. Sólo sé que soy feliz, muy feliz.

diumenge, 6 de juny del 2010

Puck

Aquest és un conte escrit en record d'un gosset encantador i d'una família que va tenir la sort de gaudir de la seva companyia mentre l'animaló va estar en aquest món. Dels que el vam estimar ja només quedo jo. Fins sempre, dolç Puck, que sàpigues que no t'oblido.


De nom, li vam posar Puck. Quan el vaig veure per primer cop estava en braços de la meva àvia; era una boleta blanca i negra, palpitant, amb un ullets rodons que es fixaven en els meus on, aleshores no ho sabia, havien de quedar-se per sempre. La meva àvia feia un posat tímid, gens habitual en ella, i el seu somriure era culpable.

- Àvia, que portes aquí?

- És un dels gossets que va parir la Laika fa dues o tres setmanes. La Trini m’ha trobat per l’escala, i vulguis que no, m’ha fet entrar a mirar-los. No és un encant?

- Però, àvia, què en farem, d’ell? La mare no vol gossos a casa, ja tenim prou feina.

- És que quan l’he vist no podia deixar de mirar-lo. I és peludet, com a mi m’agraden! Va, dona, no et fa gràcia, no m’ajudaràs amb ta mare? Em fa por que em renyi.

No em podia resistir, vaig agafar l’animaló i el vaig estrènyer, ell va fer un petit esternut i va posar el morret sota la meva aixella. A mi se m’escapava el riure. La meva àvia ja somreia més francament i em mirava divertida.

Quan la mare va arribar no li vam donar temps de reaccionar, era el millor.

- Mira, Francina, mira! Tenim un xicot a la família!

- Mare, l’has vist, quin posat? No te’l menjaries?

La mare ens va fer mala cara, però quan el cadell se li va acostar tot encuriosit, ella es va ajupir i el va amanyagar: adorava els animals.

- Amb patates, us menjaré a vosaltres, parell de bandarres! De qui ha estat la brillant idea?

Vam riure i no vam badar boca. La mare l’abraçava, li feia petons, i el gosset estava més feliç que un xínxol.

- Però si és un cel! Quina coseta més tendra! I quin nom et posarem, eh, xavalot?

- Posa-l’hi tu el que vulguis, Francina, que per això ets la cap de família.

Mira si en sabia, l’àvia. Al cap de mitja hora el Puck disposava de la seva manteta per dormir, de menjadora i abeurador, i d’un collar i una corretja vermells que vam penjar al rebedor perquè li quedés ben clar a qualsevol que vingués que a la casa vivia tot un senyor gosset.

A la nostra petita família, l’arribada del Puck va ser un terratrèmol. No parava en tot el dia, es ficava per tot arreu, el trèiem a passejar contínuament, ara l’una, ara l’altra. Crec que mai no ens havíem divertit tant, ni tan sols ens enfadàvem quan uns tolls sospitosos ens mullaven els peus. Era tan jovenet! Aviat aprendria.

Algun familiar s’havia tirat les mans al cap: Esteu boges, surt molt car tenir gos! El veterinari, les vacunes, el menjar! Ja aneu prou justes, no us fiqueu en embolics!

El que és a mi, m’era ben igual. Era massa jove per pensar en l’economia familiar, d’això ja es cuidava ma mare. Jo anava tot el dia darrera l’animalet, jugant amb ell, rebolcant-me per terra, gratant-li la panxa i cantant-li cançons perquè es dormís. I ell, juganer i entremaliat, s’aprofitava del seu encant i les feia de l’alçada d’un campanar. Em va destrossar els baixos de tots els texans, de tanta il•lusió que posava per saludar-me quan tornava a casa; va fer miques el ninot gegant de drap preferit de ma mare, a la catifa li van sortir unes taques que no marxaven per més esforços que fes la meva àvia, i no hi havia qui es posés unes mitges, perquè no arribaven a durar ni cinc minuts. Però que era tot això comparat amb la felicitat que ens donava?

Les passàvem magres, a casa. Per a tres dones entrava amb prou feines un sou: la mare feia neteges i ajudava en una botiga, que no tenia dia de repòs. Jo, que cursava el darrer any a l'escola, agafava de quan en quan feinetes escadusseres que m'oferien els veïns (cangurs i coses així) i l'àvia no tenia cap ingrés. Però tiràvem endavant; només el que ens feia riure el Puck valia totes les pessetes del món, i la mare em va arribar a dir que beneïa el dia que el nostre gosset va arribar:

- Oi que hi ha líquids “lleva-taques”? – deia - Ell és un “lleva-tristors”.

I així anàvem fent fins el dia que el Puck va deixar de menjar.

- No sé què li passa -deia la meva àvia–, sempre s’acaba una menjadora en un tres i no res i des d’ahir que m’ho trobo tot intacte.

- És estrany, però potser està empatxat, un parell de dies en dejú el deixaran com nou.

Però va seguir igual, i quan va començar a vomitar la poca aigua que bevia ens vam espantar de debò. Recordo bé que era un dissabte a la tarda. Vam embolicar el Puck amb la seva manta i vam sortir a buscar un veterinari, però tot estava tancat. Finalment, no recordo qui ens va donar una adreça de la part alta de la ciutat, i un taxista prou tolerant ens va portar fins allà, mentre la pobra bèstia no parava de treure del seu cos, ja no se què, doncs res sòlid no hi entrava de feia dies. Al consultori d’urgència van atendre el gos i li van posar un sèrum intravenós.

Ens hi vam estar més de sis hores, fent torns per aguantar aquella poteta dèbil, mentre el Puck semblava descansar per primer cop des que va començar tot. A la nit el vam dur a casa i diumenge ens vam passar el dia a l’hospital d’animals: anàlisis, radiografies, exploracions... El veterinari ens va dir que el gos estava molt greu, que patia una infecció d’estómac, però ell creia que amb un bon tractament se’n podria sortir. Almenys havia deixat de vomitar. L’havíem de portar cada dia per posar-li la medicació; ens van oferir quedar-se’l i posar-li sèrum contínuament, ja que així podria resistir millor tot el procés, però la mare s’hi va negar i jo no entenia perquè. Durant uns dies la mare no va fer altra cosa que portar el gos amunt i avall, de casa al veterinari, sempre amb taxi. A mi em va semblar que al Puck se’l veia més seré i fins i tot un cop, quan em va sentir obrir la porta, va sortir al rebedor. Potser movia la cua d’una manera una mica desmaiada, sí, però vaig creure que tot estava solucionat. El que jo no sabia veure eren els ulls de la mare, cada cop més tristos.

Una tarda, a darrera hora, vaig tornar de fer un cangur i el Puck no va sortir. El vaig cridar però no venia. La mare i l’àvia s’estaven al menjador, pàl•lides, i quan vaig entrar i les vaig veure no sé què em va passar pel cap, però vaig començar a cridar:

- Què heu fet, on és, el meu gosset?

La mare va venir cap a mi i em va abraçar. Aleshores vaig veure la corretja sobre la taula.

- L’heu deixat a cal veterinari, oi? Es queda a acabar el tractament?

- Filla, sisplau, tranquil•litza’t, ara t’ho explico. El Puck no estava millor, avui tornava a vomitar, així que l’he dut al veterinari del barri.

- S’ha quedat allà, doncs?

- Filla, m’han dit que estava molt malament; és cert que amb un bon tractament potser el podríem haver salvat, però ja no podíem continuar i el Puck patia molt, així que... li han posat una injecció i s’ha acabat tot. Perdona’m, filla, però no es podia fer res més.

Jo em vaig posar a cridar, desesperada:

- Us heu tornat boges! Era un més de la família, a mi també em matareu, si em poso malalta? Ho havíem de fer tot, per ell! Per què, per què heu mort el meu gosset!

L’àvia sanglotava. La mare va agafar d’una revolada la llibreta d’estalvis i me la va ensenyar:

- Mira! Veus quants diners hi ha, al compte? Res! Els darrers que hi havia els he gastat aquesta tarda, en fer matar el nostre gos. No hi ha seguretat social, per als gossos! Ho entens ara? Per això és mort, perquè ja no ens queden més diners! Pels maleïts diners!

Els diners! És possible que fos el primer cop a la meva vida en que jo tingués realment consciència de la nostra pobresa. No hi havia res més per dir, només plorar fins que vaig acabar les llàgrimes: pel Puck, per la mare, per la fatalitat que sempre colpeja els dèbils...

Mai més no he tornat a tenir gos. Dubto que hagi estat cap mena de decisió premeditada; simplement, les coses han anat així. Però aquesta casualitat ha fet únic per a mi a aquell animalet senzill i confiat d’ullets rodons i encuriosits que mentre va viure només ens va donar que alegries. Espero que, a la seva manera de gos, ell també fos feliç.

dissabte, 5 de juny del 2010

Quan no serveix la paraula

Avui no serveixen les paraules. No hi ha res per escriure, res per dir. Només dolor i sensació de ser, no sé, tan inadequada! L'infern està empedrat de bones intencions.



Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.

Las palabras entonces no sirven, son palabras (...)


Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

Rafael Alberti. Nocturno (fragment)


Akseli Gallen-Kallela. Eksynyt (Perduda - 1886) 


dimecres, 2 de juny del 2010

De la vida de les cigales

Vet aquí una revisió molt personal de la faula de la cigala i la formiga, una mica barrejada amb l'extraordinari cas del Dr. Jekyll i Mr. Hyde, i amb experiències pròpies i alguna d'aliena.

La petita cigala, des que va néixer, cantava sense parar. Ajaguda al bressol saludava el nou dia amb els seus refilets. Conforme es va anar fent gran la seva veu es feia més forta i s’enriquia, el so s’afinava, els ritmes eren més clars.

Quan va entrar a l’escola dels artròpodes va començar a participar en una coral de cigaletes com ella. Durant uns anys els petis insectes cantaires van fer les delícies de les seves famílies, i la petita cigala va destacar aviat entre les seves companyes fins que es va convertir en la solista del grup. Però un dia, el tendre professor grill va desaparèixer i la coral es va acabar.

La nostra cigala va arribar a la fase nimfa, li van començar a créixer les ales i va entrar en un altre grup de cantors. Allà la van animar molt a que no es conformés amb les dots que la Mare Natura li havia donat, i que anés a estudiar a l’Escola de Músics del Món dels Insectes. No era fàcil per a una humil família d’hemípters com la seva reunir la quantitat de fulles d’herba necessàries, però ho van aconseguir, i la cigaleta va fer uns bons estudis: va aprendre de nota, a cantar en diferents registres, a perdre la por al públic i (mal que bé) a fer soroll amb els seus èlitres, allò que diuen tocar un instrument... totes elles coses que la van ajudar molt a desenvolupar-se com a cigala cantora.

Amb aquests coneixements sota l’ala la van admetre en un grup de molta qualitat que donava concerts a tort i a dret per tot el bosc. La jove cigaleta fins i tot va fer amb ells la seva primera sortida fora de la seva clariana, molt lluny, a una zona on els insectes parlaven diferent i es menjaven coses molt divertides que no coneixia. La cigala era feliç. Treballava de valent, no us penseu: amunt i avall tot el dia buscant menjar per ella i la família. Ara, totes les hores que podia les dedicava a la música, a buidar-se cantant.

Però veus insidioses li deien que estava perdent el temps.

- Mira la formiga – deien – mira si guanya diners, està ben considerada, té per davant un bon futur, inverteix el seu temps en coses serioses. Les cigales només canten i canten. A qui aprofita tot això? A qui treu de cap problema? Cantar no serveix per a res.

Potser per això guardava com un tresor una cançó que havia après temps abans, i que no sabia d’on havia sortit. Algú que passava pel bosquet l’havia cantat allà, sota d’un pi, i li havia arribat al cor. No era qualsevol cosa ser una cigala! La cançó es deia “Canta cigarra” i feia així:

A veces, algunas veces
el cantor tiene razón.
No es sólo su corazón
lo que sale por su boca:
son los ecos que en el aire
ha dejado el labrador,
la mujer, el oprimido;
es el llanto del nacido
los ecos de su canción.

A veces, algunas veces
el cantor tiene razón
y busca en algún rincón
la llave de la esperanza,
y a quien le escucha le calma,
si no es el hambre del cuerpo,
sea el hambre del dolor.

Poeta de puerta adentro
espectadora dormida,
nadando sola en el río,
¿no pasa nada en tu vida?
Cigarra, canta cigarra,
que ya esta llegando el día.

A veces, algunas veces
el cantor tiene razón,
aunque tape el nubarrón
la alegría de la vida.
De un día nace otro día
y a esa fuerza no la matan
aunque maten al cantor.

María Ostiz (1976)


Canta, cigarra (interpretat per Alasska)

Ah, sí, la cigaleta estava ben segura que no errava el camí, tot i que alguns cops en dubtava. Però just quan era més feliç i el futur semblava més rialler (ja es parlava d’una beca d’estudis a l’escola de les Dives Cigales) la fatalitat va caure sobre ella, i una malaltia que la va tenir a les portes de la mort li va esguerrar la veu. No es va rendir, per això. Un cop recuperada cantava a miquetes, només amb els amics, i també va fer altres coses. S’ho va passar molt bé un temps representant escenes de ficció amb un grupet de simpàtics saltamartins que la van acollir amorosament. Però les veus insidioses continuaven dient que tampoc els saltamartins eren gent com cal, i que tant de teatre no valia per a res. Ah, les veus! I que no venien de fora, no, sinó de dintre seu, i aquestes són les pitjors.

Va fer un cop de cap i va decidir que ja n’hi havia prou de dots artístiques que no omplien el paner. Provaria a ser formiga, es tallaria les ales, i entraria en un món diferent: sempre enfeinat, atabalat, perfeccionista. Sense compassió pels dèbils ni tolerància pels diferents. Aquest món no li agradava, però, què podia fer? Havia de menjar, i fer de cigala no donava, menys ara que la veu no li responia com abans. Havia provat d’ensenyar a d’altres insectes el que sabia, però no n’hi havia prou. Les cigales pares que tant l’havien recolzada ja no hi eren, empeses pel curs del temps. La cigaleta havia de viure en algun lloc, havia de menjar, ja no podia pas passar-se el dia cantant. Va haver de vendre’s el seus èlitres i oblidar-se de la música. Ai de tu quan no tens ningú que t’ajudi econòmicament!

Van passar anys. En l’entremig, va conèixer una formigueta simpàtica i juntes van fer un niu que aviat van omplir amb altres petits insectes. Tot anava bé, semblava, però les ales tallades cada cop li feien més mal. S’enyorava i no ho volia reconèixer. La seva parella-formiga, que segurament la coneixia millor del que ella es pensava, li va regalar un parell d’èlitres nous, i durant un temps s’ho va passar bastant bé un altre cop. Si no puc cantar tant, va pensar, gaudiré de la música d’una altra manera. Però la cigala va tenir mala sort; un absurd accident li va malmetre, entre altres coses, just una de les potetes que utilitzava per tocar, i mai més no li va tornar a quedar bé. La nostra cigaleta va començar a arrossegar-se com una ànima en pena. Els problemes l’afeixugaven i no sabia trobar res que li donés alegria.

La travessia del desert va ser dura; moments hi va haver que no veia cap sortida. Un dia que plorava desesperada al costat d’un pilot de porqueria, mentre pensava què desagradable era el bosc i tot el que contenia, va veure un escarabat piloter que remenava tota la merda que deixaven la resta d’habitants d’aquell indret. L’apilava i l’amuntegava, i a còpia de paciència la convertia en una pilota que no feia cap fàstic. D’això vivia. Passava la seva existència entre deixalles, sí, però es prenia la vida d’una manera que a la nostra petita cigala li va semblar tot un descobriment.

Aquest encontre li va canviar la vida. L’escarabat era un coleòpter savi, pacient i assenyat que li va fer veure quelcom molt important: que abans que res un ha de ser ell mateix, conèixer-se i enfrontar la vida amb valor. I que és un qui ha de buscar les seves pròpies motivacions i treballar per la seva felicitat, no esperar que tot li caigui dels arbres. La cigaleta, amb l’ajuda de l’escarabat, va començar a retrobar la seva perduda alegria i amb el suport de la seva família va aconseguir temps i ganes per tornar a cantar, aquest cop en una petita coral on s’hi estaven barrejades formigues despistades, saltamartins que provaven altres coses, mosques vironeres i cigales que no en sabien gaire, ni de solfa ni d’afinar (encara sort del grill director, que tenia més paciència que un sant). Així que tampoc no li exigien la perfecció i ella estava molt a gust. Igualment va seguir tocant, ni que fos amb un sol èlitre; no ho feia bé però era molt distret i s’hi passava estones ben agradables. Va tornar a interessar-se en coses que feia molts anys havien omplert els seus pensaments i que havia deixat de banda per falta de temps i per creure que no tenien importància: els secrets del dia i la nit, del sol i dels estels, de la pluja i la rosada. Va aprendre, sense deixar la seva feina habitual, a distribuir els dies de manera més agradable per a ella i de mica en mica va anar abandonant una pantalla plena d’imatges bellugadisses davant la qual s’havia deixat caure hores i hores per mirar d’oblidar la seva tristesa i que per a l’únic que li havia servit era per a sentir-se un insecte inútil.

I entre tot plegat va descobrir una nova afició. La petita cigala es va acostumar a expressar els seus pensaments amb l’ajuda de fines branquetes, sobre fulles de col. Al començament, quan havia acabat i veia quines coses estranyes havia posat, les feia miques o les guardava ben amagades en algun cau d’aranyes no fos cas que algú veiés el que hi deia. Però un dia es va omplir d’ardidesa, va començar a conservar les fulles i finalment es va atrevir a ensenyar-les a d’altres insectes sense morir-se de vergonya. Va ser el repte més exigent que havia superat en anys.

Per a la petita cigala la vida no és ara més fàcil, no té més diners ni li falten els problemes. Però ara confia en què tindrà forces per seguir el seu camí, ni que sigui amb algun desviament fortuït, fins que arribi l’hora de deixar el bosc ombrívol on viu. Ja sap que passarà tempestes i sequeres, però està segura que també hi haurà arcs de Sant Martí i pluges d'estels. Si més no, espera que la seva condició de cigala la mantingui en el sender correcte. Per què? Doncs, perquè com li ha ensenyat una altra cigaleta que ha conegut no fa gaire, vinguda de l’infern de la dictadura argentina, la cigala, tants cops la maten, tants ressuscita. I, tal com mana la seva pròpia essència, mai no deixa de cantar.

Vinyeta trobada a: http://blogsdelagente.com/con-la-pluma-a-otro-lado/tag/cigarra/


COMO LA CIGARRA


Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez,
y volví cantando.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Mª Elena Walsh (1972)


Si voleu sentir-la en la veu d’una cigala excepcional que ja ha partit d’aquest món però difícilment serà oblidada, podeu enllaçar a

Mercedes Sosa canta Como la cigarra