dissabte, 5 de febrer del 2011

Qué importa el nombre (1)

Qué importa el nombre és la traducció castellana del títol del conte d'Isaac Asimov What's in a name?, inclós al recull Estoy en Puertomarte sin Hilda (Asimov's mysteries, 1972).

Es tracta d'un relat molt divertit que té lloc a una biblioteca universitària i on el protagonista principal és un famós tractat de química orgànica (famós a la facultat de química, és clar): el Beilstein. Aquest nom, el de l'editor alemany de l'obra, és clau en la resolució d'un enigma.

És una expressió que em fa gràcia i l'he volgut utilitzar perquè la cosa va de que, quan dónes nom a un personatge de ficció, se suposa que aquest nom ha de tenir relació amb la personalitat de l’individu, que ens ha d’indicar alguna cosa d’ell. En resum, que no es cap qüestió baladí, la de trobar un nom. Però, en el fons, importa tant, el nom? Per investigar aquesta qüestió he redactat quatre petitíssims contes basats en els noms de quatre personatges inventats. Dues dones i dos homes. Avui coneixerem a les noies: Amparo Segura i Rosa Fuentes. Són els seus noms capaços de dir-nos alguna cosa d’elles? O són elles, que responen (o no) al nom que se’ls ha imposat?


Patricia Hervé. Dona.


AMPARO SEGURA

—Bueno, señora, empezamos, ¿está cómoda? Estupendo. ¿Cómo se llama? Amparo Segura, sí, ésta es su radiografía. Pues vamos allá.

»Pero, por Dios, Amparo, no llore, si esto no es nada. ¿A que ya no le duele como antes? Claro que no, una buena reducción y ahora el yeso, y va a quedar nuevecita. Sí, mujer, claro que podrá llegar a casa sin problemas, en cuanto acabe le hago el volante para las muletas, se las darán a la salida, y va a ir por la calle volando, eso se aprende en cinco minutos. Si quiere le buscamos un taxi. ¡Si solo es un pie roto, Amparo! También le daré la receta para un calmante y…

»Ah, ya, así que llora porque está preocupada por su nieto. ¿Es muy chiquito? ¿Cuatro años, dice? Y lleva la foto, a ver, a ver, descanse un poquito el pie aquí y le echaremos un vistazo a ese chavalote… pero ¡mira qué carita, si es un cielo! ¡Cómo le ha cambiado la cara, Amparo! ¿Se encuentra ya mejor? ¿A que sí?

»No tenga miedo, el yeso no le va a impedir cuidarlo… ah, claro, hoy no habrá parque, ni juegos con la pelota, tiene que descansar; pero bueno, por uno o dos días le da la merienda en casa y le explica cuentos, así cambia un poco. Si, ya la entiendo, ya. No, Amparo, su nieto no se asustará, a los críos les hacen gracia los yesos, sólo hace falta que usted alegre esa cara y le diga que no pasa nada. Además, si hoy no se encuentra bien dígale a su hijo o hija que no le lleven al niño en unos días y…. ah, lo siento, así que únicamente la tiene a usted. Claro, eso es otra cosa. ¿Y hace mucho? ¿Desde los dos añitos? Tan chiquitín, madre mía, qué cosas tiene la vida. Pero mujer, la veo muy agobiada… explíqueme lo que quiera. Mire, cuando acabe, mientras le hago los volantes charlamos un poquito.

»Y a todo esto, ¿dónde está el niño? ¿Así que se ha quedado con una vecina que lo cuida hasta que usted vuelva? Bueno, pues ya ve que siempre sale una ayuda cuando la necesitamos, ¿eh? Mire qué preciosidad de yeso le estoy poniendo. ¿Sabe qué? Podría convertir esto en un juego. Le da a su nieto unos rotuladores de colores y que dibuje encima una carita sonriente, o un sol, así no le dará importancia. Sí, claro, ya entiendo que usted no tiene edad para payasadas, pero, ¿no cree que valga la pena por hacer que el niño esté tranquilo? No se trata de engañarle, no. Usted le dice la verdad, que se ha caído y se ha roto un hueso. Y para que se cure, le hemos puesto este yeso: con este aparato el pie se curará. Así lo ha de ver el chiquillo. Usted tiene que estar serena, firme, sin mostrar miedo ni preocupación, y ya verá como su nieto lo tomará con la mayor naturalidad. Seguro que esa vecina le podrá hacer la compra y los recados por una semanita… ¿Lo ve? Ya se ha ofrecido… Claro que sí, no todo está tan negro.

»Bueno, todo a punto de caramelo. Ahora me explica un poquito. El pequeño, ¿es de un hijo o de una hija? Su única hija, vaya. La niña de sus ojos, así que es ésta, qué bonita foto. Muy guapa, sí señor. Y su marido… murió de cáncer, lo siento. ¿Y la chica? Embarazada de un noviete… ya, y el otro, si te he visto no me acuerdo. Cómo no. Que apechuguen los abuelos maternos, esto siempre lo verá así. Y su hija... está trabajando, quizás... ¿Que murió? Madre mía, tan joven… ¡Un accidente! Qué horror, Amparo, no sabe cuánto lo siento. Llore cuanto quiera, mujer, no se avergüence, suelte lo que tenga dentro. Déme esta mano, así. Y a todo esto, ¿tiene una buena pensión? Menos mal, y el niño la de orfandad, y una ayuda… Suerte que a veces la administración sirve para algo. Por si acaso le paso esta tarjeta de la trabajadora social. Cualquier cosa, aquí estamos. Y si tuviera dolor, o algún inconveniente..., no sé..., lo dicho, cualquier cosa.

»Sí, entiendo perfectamente que esté preocupada por no faltarle. Cuídese mucho, usted es el puntal de esa casa. Pero tampoco se atormente, que si no, no dormirá por las noches y eso es malo. Buena comida, aire y sol para los dos, y mucho reír. ¡Lo bendita que es la risa!

»Amparo, tranquilícese, si el niño ve que usted le sigue mimando y protegiendo no dará importancia a nada más. Usted tiene buena salud, se la ve fuerte y en forma. En dos semanas triscará calle arriba y calle abajo, y en mes y medio le dan el alta, unas sesiones de recuperación y ya está. Cuando lo recuerden más adelante, verá que no ha sido nada. Un abrazo, Amparo. La acompaño hasta la puerta, y nos vemos en ocho días a ver qué tal y si ya está a punto de correr la maratón. Esa cara ya me gusta más, sí señora, esa sonrisa es la que ha de ver el niño. Con esa cara y esa sonrisa le estará diciendo: «No temas, cariño, que Amparo Segura, tu abuelita, está aquí para cuidarte y nada te ha de pasar».


ROSA FUENTES

Rosa acaba de salir de la ducha, envuelta en una toalla vieja y raída, mil veces usada. Ahora sueña despierta, dejando vagar la mirada a través de los amplios ventanales sin cortinas. ¡Se siente tan feliz de estar aquí, por fin! Entonces advierte la hora con un sobresalto; no ha venido a soñar, ni mucho menos. Recoge su ropa con determinación, ha de vestirse deprisa. Si algo llama la atención en ella son las delicadas tonalidades de su piel exquisita: el rosa melocotón de sus mejillas, el crema de brazos y piernas, el blanco nacarado de pechos, vientre y espalda, el tono ligeramente más oscuro de sus labios y pezones. Parece el lindo capullo de una especie rara, a punto de abrirse y mostrar todo su esplendor. Su figura se inclina como el tallo de una flor, grácil y magnífica a la vez.

Recoge sus cabellos de color castaño claro, trabajando la cascada de seda que cae en suaves ondas, atándola en una trenza apretada, rígida, de la que no puede escapar ni un rizo, pues no desea que en su aspecto asome la menor fragilidad. Casi ha terminado. Abotona con firmeza su guerrera de camuflaje, se ajusta el cinturón, comprueba escrupulosamente los cargadores de munición, coge el CETME y se lo cuelga a la espalda. Se le está haciendo tarde. Se cala la gorra cuartelera y sale al patio mientras comprueba que las botas estén perfectamente embetunadas, si no, le caerá un arresto.

—¡Recluta Fuentes, a la fila! ¡Que estamos aquí para servir a la patria, no para perder el tiempo mirando por la ventana!

Rosa Fuentes, rígida, con rostro de esfinge, se cuadra y se pone en su lugar en posición de firmes. Está satisfecha, ha conseguido lo que quería. Ha roto para siempre aquella imagen que tanto odia, aquella hacia la que su madre la estuvo dirigiendo día y noche sin compasión durante toda su infancia y adolescencia: la de mujer sensual, frágil y femenina, de belleza sin tacha, buena para modelo de poses románticas y poca cosa más.

2 comentaris:

  1. Me gusta muchísimo tu literatura, no sólo el ritmo, tambien lo que expresa y ahora el misterio. Amparo me llega como la típica abuela con un matiz victimista pero fuerte al fin y al cabo. De Rosa me estaba enamorando hasta que el camuflaje me ha dejado intrigado y a la vez decepcionado.

    Un abrazo.

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  2. Bueno, de eso se trata, Ismag.

    Por una parte, he querido describir a Amparo precisamente como una de esas abuelas lanzadas por la vida a hacer de madres cuando les sobra experiencia y les faltan las fuerzas. Y conozco a unas cuantas... Son un compendio de fortaleza y fragilidad.

    En cuanto a Rosa, jejeje, quizá no he sabido expresar todo lo que le pasa, pero es que la idea era hacer apenas un apunte, una pincelada. Rosa es un encanto pero no se quiere dejar encasillar por los demás en su papel de chica preciosa. Ella anhela ser valorada por otras cosas. Entrar en el ejército ha sido su protesta contra una sociedad esclavizada por la imagen.

    Y a mi me gustan los finales sorpresa... Quien sabe, quizá Rosa vuelva algún día.

    Gracias por tu crítica, un beso.

    Isabel

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