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Aquello que no podemos definir nos causa temor |
Capítulo XIII. Mbeki
Cuando se recuperó de la sorpresa de ver a Quinteros en el despacho de Bouchard, Elaine se dirigió hacia él, y éste se levantó con una leve sonrisa. Ambos se abrazaron amistosamente, aunque con cierta reserva por parte del telemetrista.
-¡José! Me habían dicho que no estarías con nosotros, por las fiestas de Navidad, las niñas…
-Al principio esa era mi intención, pero lo estuve pensando mejor y Martina, mi esposa, me aconsejó venir y terminar de una vez, si eso es posible -Quinteros soltó a Elaine y a continuación se dirigió a Radha mientras se llevaba una mano al corazón.
-Doctora Chatterjee –ella sacudió la cabeza en una sonriente negativa, y él rectificó-… Radha… estoy contento de verte.
Radha sonrió abiertamente y tendió la mano al hombre, que la apretó con fuerza. La voz de ella era hospitalaria, cálida.
-Cuánto me alegra que hayas decidido venir, José, nos afecta a todos.
Aiko había quedado como en la sombra pero finalmente se levantó e hizo una cortés reverencia y él le respondió de la misma manera. No se dijeron nada.
Elaine se sentó de nuevo, con más animación que antes. Le parecía que la presencia de José añadía peso al grupo de la Mare Undarum. Resueltamente se dirigió a Bouchard.
-¿Ya no falta nadie, Roger, podemos empezar a hablar de lo que sea?
Sander le lanzó una mirada inescrutable que la hizo encogerse un poco, pero Bouchard le respondió con rapidez y borró la mala sensación.
-En realidad, acabo de saber que el doctor Mbeki viene hacia aquí. Esperemos un momento.
-¿Mbeki, de Unuiĝintaj Regionoj1? – Radha se inclinó hacia delante extremadamente interesada. Los demás estaban perplejos.
-¿Le conoces? El nombre me suena pero no acabo de recordar… -por esta vez fue Aiko la que se mostró intrigada.
-Sé de un doctor Mbeki que es el actual responsable del Departamento de Comunicación Global de la UR -Radha hablaba con cierta vacilación-. Coordinan algunos aspectos de la convención, pero hasta ahora no le he visto, sé quién es por los mensajes que nos envían. ¿Se trata de él?
-En efecto. Un poco de paciencia, por favor, y… ya ha llegado.
Pulsó de nuevo el mando de la puerta y una silueta de estatura apenas mediana se recortó en la entrada. Roger iba a dirigirse al recién llegado, pero antes de que pudiera decir nada se oyó otra voz, y todos se volvieron hacia la persona que había hablado, divididos entre la sorpresa y el asombro.
-Kanwal, es Kanwal, el responsable de comunicación, allí, en Titán -era Aiko la que había hablado, en un tono agudo muy impropio de ella. Estaba muy pálida.
Roger le lanzó una mirada inquisitiva.
-¿Le recuerda?
-Su rostro es lo que recuerdo con más claridad. Me tenía aterrorizada, pero no estaba solo. Había otros, por suerte ellos no daban ningún miedo… ¡Desde luego! Era usted, y usted… -señaló a Bouchard y a Sander con los ojos muy abiertos.
-Pero, Aiko, qué dices… -el rostro de Elaine expresaba confusión. Creía que ella era la designada para instruir a los demás y le desconcertó la seguridad con que su antigua compañera reconocía a los krakta sin necesidad de estímulos de memoria ni trances inducidos.
Radha se irguió y habló con determinación; en su tono se dejó oír un deje de su antigua autoridad.
-¿De qué hablas? ¿A qué te refieres?
José dejó que sus párpados se cerraran y su rostro ancho y moreno pareció más agotado que nunca. En cuanto a Aiko, suspiró, se miró un momento los pies y a continuación levantó la cabeza. Sus ojos fueron pasando de uno a otro. Eran tan silenciosos como siempre, pero se alcanzaba a distinguir el principio de una emoción, quizá de cansancio. Bouchard insistió. Su voz, a diferencia de la de los demás, era amable, comprensiva.
-¿Le recuerda, doctora Minamoto?
-Claro -había vuelto a bajar la cabeza.
-¿Es cierto que la tenía aterrorizada? -mientras hacía esta pregunta Bouchard miraba fijamente a Mbeki, y este le devolvió la mirada con una expresión arrogante en su rostro ya de por sí adusto.
-No se trataba de algo patente; su presencia, sus palabras, su forma de hablarme, me causaban espanto, pero todo eso quedaba en segundo plano ante tantas otras conmociones. Que era terrorífico para mí se me ha hecho evidente después, al recordar los hechos.
-¿Me recuerda a mí?
Aiko Minamoto fijó la vista en sus manos, cruzadas en el regazo. Inspiró profundamente, movió los hombros en un gesto de aceptación, levantó el rostro y miró francamente a Bouchard.
-Usted es Jakork, el especialista en ciencias de la identidad.
-¿Recuerda al doctor Sander?
-Sí. El de más autoridad, Koroj. Se encargaba de ciencias abstractas. Ustedes dos… eran algo tan… desusado, tan impresionante… pero en cambio, jamás sentí el más mínimo temor.
Todos los ojos estaban fijos en ella. Sus antiguos compañeros se habían quedado completamente mudos. Aiko había sido siempre tan discreta, manteniéndose a menudo en un segundo plano, llevando a cabo su trabajo como si apenas se encontrara allí. Y ahora parecía extraer de su interior un caudal de energía. Lentamente, sus facciones demasiado átonas se llenaban de vida, sus ojos se volvían más y más expresivos, el tronco se erguía y la voz alcanzaba unas inflexiones que nunca le habían oído.
-Les recuerdo a todos perfectamente, todo lo que dijeron, todo lo que hicieron. No he olvidado nada.
Radha no fue capaz de contenerse.
-¿Estás diciendo que todo este tiempo te acordabas de estos… de estos…? ¿Y te callaste?
Aiko la miró sin ninguna timidez. Parecía haberse hartado de su papel contemplativo.
-Sí, todo este tiempo he recordado, pero nunca dije nada porque tenía miedo de que fuera una alucinación. Llegó a ser apenas un eco, pero siempre estuvo allí, en el fondo. Por eso, cuando me llamaste, enseguida quise venir. Porque por fin tenemos la oportunidad de aclarar el pasado.
José, Elaine y Radha estaban atónitos y apenas si acertaban a contestar.
-¿Y durante los interrogatorios en Bosten…? -Elaine se notaba la boca seca. En cuanto a José, estaba anonadado, mientras que Radha mostraba una expresión pétrea.
Aiko los contempló un momento a los tres, uno a uno, con deliberación.
-Nunca dije nada, no os vendí, resistí todos los interrogatorios, superé todas las trampas psicológicas. Soy más fuerte de lo que parezco. Fui leal. Lo he sido durante dieciséis años. Pero lo recordaba todo, siempre lo recordé. Siempre.
Los tres krakta la miraban silenciosamente: Bouchard pensativo, Sander con cierto desdén, Mbeki con furiosa hostilidad. Fue Bouchard-Jakork quien se decidió a hablar primero.
-Bien, como dicen algunas expresiones terrestres, es el momento de abrir las cartas…
-Poner las cartas boca arriba -Quinteros intervino por primera vez-. Pues sí que ya es el momento y para eso he recorrido más de quince mil quilómetros cuando lo que deseo con toda mi alma es estar con mi familia. ¡Adelante, pues! -frunció el ceño y enfrentó a los krakta -. ¡Digan lo que tengan que decir!
-Es muy sencillo -la fría voz de Sander-Koroj les llegó, cortante y directa como una saeta, lista para hundirse en el punto exacto-. Nuestro grupo llegó, os estudió, entendió lo que es vuestra especie y ha tomado una decisión. Los habitantes de la Tierra no pueden ni deben salir de su territorio. Volveréis a confinaros en este precioso y desaprovechado planeta y algún día os extinguiréis en una de vuestras absurdas guerras o en un estúpido cataclismo que provocaréis por desidia o avaricia. Esperemos que sea pronto -a continuación, de forma lenta y deliberada, se dirigió específicamente a Bouchard-. Y ningún primerizo va a interferir en una decisión consensuada entre los otros tres miembros del grupo de exploración.
Se levantó, erguido en toda su estatura, y envolvió a los antiguos astronautas en una ola de profunda indiferencia que les hirió en lo más vivo, pues la percibieron hasta en el mismo tuétano de sus huesos. Como si no existieran, o no fueran más que irritantes infusorios con aires de grandeza molestando con sus idioteces a un experimentado investigador.
Se marchó, llevándose con él a Mbeki, y en la sala de conferencias quedaron cuatro personas paralizadas por el terror mientras Bouchard, por primera vez desde que empezara la reunión, cerraba fuertemente los ojos y permitía que de su mente brotara una tempestad.
Quinteros tragó saliva, y se le oyó mascullar:
-¡Y el experto en Comunicación ni siquiera ha abierto el pico!
(Continuará)
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