diumenge, 27 d’abril del 2025

Una laguna en el mar de las olas (XII)

 

El Stitch original (experimento prohibido 626) es un ejemplo
de lo que podrían ser seres hostiles al hombre.
Fotograma de la película Lilo y Stitch (2002)


Capítulo XII. Despertar

Una luz que se intensificaba de forma progresiva despertó a los cinco tripulantes de la Mare Undarum de una forma cómoda y suave. Apenas si se dieron cuenta de que habían pasado de un sueño profundo a un estado de vigilia muy descansado. La memoria volvió también de forma gradual y Radha fue la primera en levantarse del suelo y mirar a su alrededor. Los demás la siguieron con movimientos lentos, como si les abrumara una fatiga más emocional que física. Elaine advirtió que por el momento no quedaba rastro del control mentálico a que habían estado sometidos, y pensó con sensatez que, en aquellas circunstancias, la respuesta más lógica a la recuperación de todas sus facultades habría de ser el miedo. En cambio, ella se sentía extrañamente optimista, e incluso experimentaba una excitación cada vez más intensa, como si anticipara alguna revelación sensacional.

Se encontraban en el mismo sitio en que habían caído, pero ahora estaban solos, o al menos lo parecía. Unos a otros se miraron, expectantes, aunque nadie se atrevía a ser el primero en hablar. Las circunstancias eran tan extrañas que en realidad no sabían si es que estaban soñando. Finalmente fue el segundo ejecutivo, Iderbayarii Gantomor, el que se dirigió a sus compañeros:

-Bien, ¿era todo una pesadilla, o una alucinación? ¿Qué creen?

-Nada de eso. Fíjense en este lugar; no estamos en la Mare Undarum, sino en la misma sala en que hemos encontrado a los extraños -el tono de Radha Chatterjee era áspero-. ¿Nos han hecho dormir y ahora nos despiertan? ¿Somos sus ratoncillos?

-No creo que la cosa vaya por ahí. Esto debe de ser lo que llaman un primer contacto -Elaine, por esta vez, y persistiendo en el mismo estado anímico que había sentido desde el principio, era la que se mostraba más positiva-. ¿No les parece emocionante? ¿Algo trascendental? -se exaltaba a cada palabra, y toda ella parecía anhelante.

Iderbayarii la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo. Y no era el único, en los rostros de todos sus compañeros se manifestaba en mayor o menor medida la estupefacción más absoluta, pero el matemático fue el único que contestó a la doctora.

-¿Emocionante? Yo no sé si me he vuelto loco, si me han drogado, si esto es un engaño descomunal… No le veo ninguna gracia, Elaine… ¿Cómo puedes abordar esta situación con tanta frivolidad? Lo siento, pero no se me ocurre otra palabra.

-Más bien de forma muy ingenua -esta vez fue Aiko la que habló. Elaine se volvió hacia ella con extrañeza.

-¿Por qué ingenua? No soy ninguna niña.

-Porque estás mal influenciada por todas esas novelas y relatos de ciencia ficción, o más bien de tonto-ficción -el mongol le habló con seriedad, pero amablemente-. En esas historietas, los extraterrestres, porque supongo que eso es lo que crees que son, sólo pueden presentar dos aspectos: hostil o benevolente. Si fueran hostiles ya estaríamos muertos; como estamos vivos, han de ser benevolentes, y por lo tanto, honrados, compasivos...

-Quizá incluso han venido a salvarnos y hacer que la Tierra sea un paraíso -Quinteros también había intervenido con rostro sombrío-. Qué bobada. Siempre esperando que cualquier Deus ex machina nos venga a sacar del apuro. Todo menos crecer en la gracia del verdadero Dios.

Gantomor le miró de reojo aunque continuó hablando a su compañera. En su tono no había acritud, pero Elaine le escuchaba dolida.

-Ya sea que tengan tentáculos o pinzas, o parezcan querubines del Renacimiento europeo, lo mismo da, el imaginario únicamente sabe pensarlos como ángeles o como demonios. Pero las cosas no son así de sencillas, eso es antropomorfismo. Entre estos dos casos extremos hay una infinidad de posibilidades, todas las cuales me parecen inquietantes.

La jefe de misión Chatterjee afirmó con la cabeza. Su porte taciturno y su expresión sombría mostraban bien a las claras que todos aquellos sucesos la empezaban a afectar negativamente y que no encontraba la forma de abordarlos con su habitual eficiencia.

-Tiene razón Gantomor. Y a mí se me ocurre otra opción, y muy alarmante… ¿Habremos sido engañados por la TSA? ¿Será un fraude muestra misión? ¿Estaremos en la Tierra, encerrados en cualquier subterráneo, y estarán observando nuestras reacciones a un pretendido encuentro con alienígenas?

Los rostros de Aiko y de Quinteros expresaron el terror más absoluto ante estas afirmaciones. La mujer cerró fuertemente los ojos y, haciendo un esfuerzo titánico, consiguió controlar las emociones que se desbocaban; su rostro se concentró y pronto se fue serenando. Sin embargo, el telemetrista empezó a experimentar dificultades para tomar aire, su respiración se alteró, y entró en hiperventilación mientras un sudor frío corría por su frente. Por suerte, Elaine los observaba a todos con mucha atención y no perdió ni un segundo. Se dirigió hacia él con rapidez, le hizo sentar en el suelo presionando sus hombros, y le habló con voz grave, serena y bien articulada, mientras con su izquierda le tomaba la mano derecha y le obligaba a levantar el rostro hacia ella.

-Mírame, mírame fijamente a los ojos. Así. Así. Ahora toma aire, todo lo profundo que puedas.

En el momento en que José inspiraba, Elaine dio un rápido tirón del brazo que tenía sujeto mientras con su derecha presionaba su frente hasta echarlo hacia atrás. Los párpados de Quinteros se cerraron y él se dejó caer hacia delante, perdiendo parte de su rigidez. Elaine le obligó a abrir de nuevo los ojos.

-Abre los ojos, vuelve a mirarme, puedes hacerlo. Ahora inspira, muy profundo.

El correntino volvió a inspirar, esta vez con más normalidad, y Elaine repitió la maniobra. Quinteros se relajó completamente y se desplomó en los brazos de la doctora, que le sujetó con habilidad para que no cayera bruscamente al suelo.

-Así, José, respira, respira… Cada vez estás mejor. Toma aire, suelta aire, así.

La doctora, sin dejarlo ir, empezó a marcar el ritmo de la respiración, al principio igualando la de Quinteros, después la pausó de forma gradual y el hombre la siguió. Poco a poco se calmó y se quedó sentado, con la cabeza reclinada en el hombro de la doctora. Cuando ella advirtió que ya se había sosegado lo suficiente, lo dejó ir hasta que estuvo acostado en el suelo. Soltó uno de sus gruesos guantes de aislamiento y lo hinchó al máximo, lo puso bajo su cabeza, y con un gesto suave le cerró los ojos. Añadió el otro guante para conseguirle cierta comodidad y le siguió hablando de forma constante.

-Así, respira, respira. Y ahora duerme, duerme, sientes una gran tranquilidad, y todo está bien. Tú escuchas mi voz, lo demás no importa, solamente mi voz. Mi voz que te relaja, que te calma.

El resto del grupo observaba en silencio. La presencia de Elaine era tan poco esplendorosa que les costaba relacionarla con la seguridad y competencia con que estaba abordando todos aquellos momentos críticos. En realidad, como hasta entonces habían disfrutado de un viaje perfecto, ningún incidente de salud había exigido su atención, y, de alguna forma, parecía el miembro más improductivo del equipo. Una especie de componente de reserva, que posiblemente no se tendría que utilizar jamás. Y quizá, como la gran mayoría de las herramientas de emergencia, finalmente fallaría cuando se la necesitara. Pero desde que comenzó el descenso estaban comprobando que, aunque de forma inocente, como tantos otros, habían subestimado a Elaine Marchand.

La doctora levantó los ojos y los observó con mirada crítica.

-¿Todos bien?

-Estupendamente, y, desde luego, saber que estamos en tan buenas manos reconforta -Iderbayarii le respondió de forma inmediata mientras le sonreía con aprecio.

-Madre mía, si es lo más sencillo del mundo. El día que tengamos un auténtico problema grave ya valoraréis mi actuación. Esto no es absolutamente nada, cualquiera puede hacerlo. Ya os enseñaré cómo va, que no está de más aprenderlo -se levantó, imperturbable, y se apartó de Quinteros-. Dejémosle espacio y unos momentos de silencio para que se recupere.

El resto la miraba con gran interés, y quizá incluso aprobación. Aiko se inclinó ante ella.

-Doctora Marchand, me estoy dando cuenta de que hemos tenido suerte al compartir este viaje con alguien tan sensible a los estados mentales de los demás, y con tan buen criterio. Durante la caída hacia Titán…; después, cuando yo estaba aterrorizada. Y cuando el doctor Gantomor no despertaba… en todas las ocasiones supo qué hacer sin intervenir en exceso, ahora también. He tenido compañeros a los que por mucho menos les han inyectado un fuerte sedante, estimulantes o incluso barbitúricos. Creo que ninguno imaginaba que sería usted tan eficaz ante este tipo de imprevistos. No dejaré de mencionarlo en mi informe.

Radha se reafirmó en el juicio de la vulcanóloga.

-Muy cierto. Desde que empezó todo el incidente la actuación del equipo ha sido ejemplar -miró a sus compañeros uno a uno- aunque eso ya me lo esperaba. Pero usted me ha sorprendido. El doctor Gantomor le había hecho justicia.

-Por favor, ya está. En realidad, aún no me he enfrentado a ninguna emergencia que me haya obligado a darlo todo. Digamos que no he tenido que salvarle la vida a nadie. Todo esto es lo mínimo que pueden esperar.

Aunque podría parecerlo, las palabras de Elaine no eran ninguna muestra de afectación. La doctora creía verdaderamente que nada de lo que ella hacía tenía gran mérito y que el primero que pasaba por su lado la podía sustituir. Era uno de los rasgos que la hacían tan atrayente para cierto tipo de personas, aquellas que valoran la modestia y la sencillez y saben discernir más allá de las palabras. Pero cuando trataba con individuos más superficiales, estas cualidades se convertían en una auténtica trampa.

Había tenido suerte con este equipo, porque tanto el mando de la TSA como la responsable de proyecto, la doctora Chatterjee, habían sido capaces de ver más allá de su timidez y darle una oportunidad. De todo el grupo Gantomor era el único que la conocía previamente, y sus informes pesaron de forma favorable en el ánimo de los directivos. Les interesó que no se tratara de una fanática de los medicamentos, cosa poco corriente entre los especialistas de salud que participaban en viajes espaciales. Demasiados inconvenientes estaban ocasionando los médicos integrantes de algunas misiones, que no veían más solución que un tratamiento químico contundente para afrontar cualquier anomalía -por leve que fuera-, a fin de evitar que hubiera retrasos en los proyectos o que quedaran incompletos. El gasto en fármacos de las operaciones espaciales estaba empezando a ser desmesurado, y no era esto lo más grave. El estado de salud de muchos astronautas se había resentido, llegando en algunos casos a la dependencia o a peligrosas insuficiencias hepáticas y renales. Elaine Marchand, hija de padres poco convencionales, empleaba siempre que podía la forma menos invasiva y más sensata de tratar los problemas de salud. No había muchos profesionales capaces de actuar en esta dirección y en la TSA se estaban empezando a valorar favorablemente estas disposiciones.

-Ya damos por supuesto que sabrá usted abordar una patología física o psíquica, por grave que sea, o las consecuencias de un accidente; es su actitud ante situaciones más sutiles lo que es notable -la doctora Chatterjee miró a su alrededor pero no vio nada relevante-. Por cierto, ¿a alguien le funciona el crono? ¿Podemos saber cuánto tiempo hemos estado inconscientes?

Todo el equipo comprobó las cronobandas de sus trajes, y al parecer todas coincidían. Desde que salieron de la nave hasta el momento actual se habían contabilizado algo más de 38 horas.

-¡Pero si eso es un día y medio! ¿Qué estarán pensando en… en casa? -la frase de Elaine acabó en un susurro. Radha no permitió que la pregunta llegara a penetrar en sus cerebros y habló con determinación.

-Concentrémonos en el aquí y el ahora. Pongan su atención en el suelo que están pisando. Noten el contacto, noten que pesan. Estamos en este lugar y hemos de dar respuesta a cuántas incógnitas se presenten. Ese es nuestro objetivo y la finalidad a que deben tender nuestros pensamientos -cuando comprobó que todos estaban atentos a sus palabras miró a su alrededor y suspiró-. Bien, vamos a ver qué pasa ahora.

Las palabras de Radha les apaciguaron, aunque un vago desasosiego fue el fruto más evidente de su regreso al momento que estaban viviendo. Sin embargo, su incertidumbre fue corta. Fue José Quinteros quien les avisó. Desde su posición de tendido vio atónito una escena que señaló enfáticamente a sus compañeros.

-¡Miren! ¡Ahí atrás! ¡Es increíble!

Todos se volvieron siguiendo la dirección de su dedo. Y completamente pasmados tuvieron que ver cómo unos asientos, exactamente iguales a los que se encontraban en la zona de descanso de la Mare Undarum, incluso dispuestos en círculo, empezaban a emerger de la misma sustancia del suelo, de la misma forma en que los champiñones brotan del humus.


(Continuará)


dijous, 24 d’abril del 2025

Una laguna en el mar de las olas (XI)

 

Tres astronautas desconocidos caminan hacia el espectador.
Solo se distinguen reflejos en las viseras de sus cascos


Capítulo XI. Encuentro

Es curioso cómo la mente humana es capaz de adaptarse a las situaciones más absurdas o incluso peligrosas sin mayores dificultades… en el momento en que ocurren. Muchas personas se comportan de forma impensadamente lógica y razonable en circunstancias insólitas, pero después, cuando el ánimo se enfría y el pensamiento quiere encontrar respuestas y realizar análisis exhaustivos, aparecen los problemas y los rechazos. Es entonces cuando las emociones del miedo, el horror, la duda, la ira o el aborrecimiento se adhieren al recuerdo del suceso extraño y lo absorben, de manera que es imposible evocar el uno sin sentir la otra.

Así fue como el equipo de la Mare Undarum se enfrentó a lo desconocido en aquel satélite remoto sin ser destruidos inmediatamente por una reacción de aprensión tan intensa que los bloqueara. Es verdad que quienes les estuvieran controlando se emplearon a fondo para que estuvieran tranquilos, pero su desconocimiento del sistema nervioso humano y del entorno psíquico en que se movían los astronautas tampoco permitió un ajuste perfecto. Elaine fue la primera en darse cuenta de ello al observar la reacción de Aiko Minamoto, y su entrenamiento médico, acompañado de una mentalidad bastante original, la llevaron a pedir a voces un mayor control para ella, que funcionó inmediatamente, dejando a la doctora mucho más tranquila respecto a quienes se habían hecho con el mando de la nave.

Sus compañeros eran simplemente incapaces de razonar en esa dirección. Observaban y aceptaban pero no extraían conclusiones. Fue por ello que la doctora, saltándose cualquier protocolo o jerarquía, y a pesar de su carácter cauto y bastante asustadizo, se lanzó la primera por la abierta escotilla y hacia lo desconocido, porque era la única que tenía una ligerísima idea de lo que podrían encontrar. Acertó, eso sí, a ajustarse el casco en modo hermético completo, más por costumbre que por otra cosa. Ni siquiera se lo aconsejó a los demás, que la siguieron más o menos tranquilos, sin que a nadie se le ocurriera cuestionar las acciones de su médico de a bordo. En aquellos momentos, seguir a la doctora parecía lo más natural del mundo. Después, todos vieron lo mismo: una gran sala que parecía vacía, de suelo liso, y apenas iluminada, con lo que techo y paredes se hundían en la oscuridad. Sin referencia alguna era imposible saber si se trataba de un espacio amplio o angosto, y tampoco el sonido les podía ayudar. Ni voces, ni pasos, ni siquiera el roce de sus propios pies. Iban caminando todos juntos, mirando a uno y otro lado, hasta que oyeron la voz de Radha por el intercomunicador.

-¡Quietos! ¡No sigan avanzando!

Tropezaron levemente unos con otros mientras miraban algo que su superior les señalaba: tres figuras que les esperaban a alguna distancia, quizá veinte o treinta metros, era difícil decirlo. Si esperaban ver algo exótico, extraño o terrorífico, desde luego no se cumplieron sus expectativas, pues ante ellos se erguían tres figuras idénticas a las suyas, tres individuos con mono EVA del mismo color y hechura, con los mismos distintivos y el mismo modelo de casco, un casco que no dejaba entrever nada de los rostros que debería haber en su interior. Sólo reflejos vacilantes y curvos, entre los que se contaban los de los propios tripulantes de la Mare Undarum.

-Manteneos tranquilas, manteneos tranquilos. Estáis completamente a salvo.

Radha comprobó en los indicadores de su muñeca izquierda la presión y composición del aire, hizo una señal de autorización a sus compañeros y replegó el casco. Aspiró y olisqueó, y, ya tranquila respecto a la atmósfera, dio la orden de anular el suministro especial de los trajes. Después se dirigió a los desconocidos articulando las palabras lo más claramente que fue capaz.

-Señores, han asaltado y secuestrado una astronave de la TSA. Se trata de una violación de los tratados interregionales y de un delito grave. Por favor, identifíquense, dennos alguna razón para su actitud y devuélvannos el control de la Mare Undarum de forma inmediata -la voz de Radha le sonó ridícula a ella misma, era débil y no transmitía convicción. Las expresiones (una mera fórmula aprendida), resultaban totalmente grotescas y fuera de lugar.

Sus compañeros debieron de pensar lo mismo. Nadie hizo el más mínimo comentario, aunque Elaine suspiró mentalmente. Si estaba pasando lo que imaginaba, aquella forma de dirigirse a quienes llevaban las riendas era peligrosa. Confió en que fueran comprensivos.

-Por favor, esperad a nuestra comunicación. No hay peligro, repetimos, no hay peligro.

Los tres desconocidos siguieron avanzando hasta situarse a dos o tres metros de la tripulación terrestre. Caminaban de forma lenta y deliberada, aunque sin vacilaciones. Ni siquiera a tan corta distancia se podían distinguir sus facciones tras la lámina transparente del casco. Uno de ellos llevó las manos, poco a poco, hasta el cierre hermético, y lo soltó. No hacía ningún movimiento brusco, y Elaine comprendió que su intención era evitar que se asustaran o que reaccionaran de forma agresiva. Era evidente que todo estaba muy estudiado.

A continuación, el individuo movió el casco hacia atrás y lo replegó. Sin darse cuenta todos contenían el aliento, esperando… ¿qué esperaban, en realidad? Nadie en la Tierra tenía tecnología lo bastante avanzada como para atrapar su nave y mantenerlos en aquellas cómodas condiciones en medio del inhóspito Titán. Por lo tanto… la conclusión parecía clara pero nadie se atrevía a pensarla. Era mejor aguardar lo que fuera.

Y lo que fuera era tan anodino que ni siquiera les sorprendió. Una cabeza de hombre, un rostro serio, concentrado, el aspecto físico de una persona de origen africano, una piel de tono castaño, ojos negros, cabello cortísimo y ensortijado, nariz de base ancha. Radha pensó furiosamente, al menos todo lo que le permitía su restringido campo mental. ¿Quizá una misión paralela de la TSA con personal venido de las jóvenes y potentes universidades de África Austral? Swazilandia se había revelado hacía tiempo como un auténtico vivero de buenos astrofísicos… Imposible, nada de misiones paralelas, la TSA mantenía desde hacía más de cien años una saludable política de transparencia y de asignación de misiones sin fijarse en ningún parámetro más que los conocimientos específicos y la capacidad de trabajo en equipo. Incluso el género de los participantes era obviado desde que se superó la etapa “retro” del siglo anterior. Algo de lo que todos sus miembros estaban muy orgullosos.

Podría ser algo más temible, quizá: una organización oculta, dueña de una tecnología cien veces más avanzada que la oficial, que proyectara sus propias campañas espaciales con vaya a saber qué fines. Tampoco. Todas las universidades estaban conectadas y los científicos, profesores y estudiantes saltaban de una a otra compartiendo conocimientos, gracias a la comodidad del hiplan. La TSA estaba bien establecida en la mayoría de las regiones, y todos los lanzamientos se realizaban desde Bosten para ahorrar recursos y evitar duplicación de equipos; en cuanto a los controles de misión, únicamente se precisaban seis estaciones de seguimiento, tres en cada hemisferio. El sistema era práctico, eficaz y barato. Para eludirlo habría hecho falta un enorme grupo de conspiradores muy bien organizados durante tantos años, y con tanto secreto, que era impensable. Entonces… ¿Quién o qué era lo que estaban viendo?

Lo que no estaban viendo era un hombre. Todos lo sintieron. Aunque su aspecto era el de un varón humano, una curiosa sensación les invadió a todos: la de que no era ni humano ni varón. Su mirada era distante, como si viniera de un punto muy lejano. Y entonces, de eso estuvieron seguros, se dirigió a ellos, aunque sin mover los labios ni cambiar de expresión, como si fuera una esfinge.

-Soy Kanwal de Krakta, responsable de las comunicaciones en nuestro grupo de exploración. Estáis completamente a salvo. Este es el primer contacto entre la raza krakta y vosotros. Nadie os hará daño, nadie dañará vuestros instrumentos ni aparatos, nadie dañará vuestro planeta. Vosotros escuchad.

Aunque les hubieran dicho que les iban a lanzar un proyectil nuclear no habrían reaccionado en forma alguna. Estaban tan descolocados, tan estupefactos, y tan atados por el control mental, que nada que aquel ser les manifestara podía llevarlos más allá de su actual estado de paralización.

Fue entonces cuando Elaine, siempre más atenta a las señales físicas y psicológicas, notó que sus pensamientos se estaban reorganizando y que una ligera ansiedad y alerta la invadían. Los krakta (o como se llamaran) estaban cambiando los parámetros del dominio que ejercían sobre ellos. Poco a poco, se deshacían los fuertes vínculos que los mantenían fijados en un estado de sosiego y las emociones e ideas propias volvían como un tumulto a sus cerebros, trayendo consigo el asombro, la aprensión, el miedo, incluso el enojo y la rebelión.

Susurró a los demás:

-¿Estáis más centrados? ¿Os encontráis bien?

-Sí -Radha contestó enfáticamente, los hombres se limitaron a sacudir la cabeza. Aiko no se movió, pero respondió con una mirada afirmativa a la interrogadora de Elaine.

Radha inspiró profundamente, exhaló el aire con premeditación y se dirigió entonces hacia la figura que se hacía llamar Kanwal. Su voz sonaba mucho más segura que antes.

-Señor, desconocemos totalmente de qué nos está hablando. Si verdaderamente desean ustedes entrar en contacto pacífico con nosotros, no creo que secuestrarnos y modificarnos a nivel mental y emocional sea una forma apropiada de hacerlo. Queremos volver a ser dueños de nosotros mismos y de nuestra nave, queremos recobrar el contacto con nuestra base y pedir instrucciones; entonces creo que podremos establecer comunicación desde una situación de igualdad.

-Estamos primando vuestra seguridad y vuestro bienestar. Vosotros escuchad.

Iderbayarii saltó como un resorte demasiado tenso.

-Nuestra jefa de misión ha expresado claramente lo que debéis hacer para que os escuchemos. Estas imposiciones son insultantes. Aunque os podáis sentir superiores, nosotros merecemos ser tratados con respeto.

Elaine le tomó por el brazo.

-Ider, espera -le bisbiseó-. No sé si hablar así es buena idea.

-Suéltame, caramba. Ni que fuera un niño -el susurro de Gantomor fue bastante más fuerte que el de ella, aunque sin ninguna hostilidad. Tenía debilidad por su médico de a bordo, habían estado juntos en varias misiones y siempre se habían llevado bien. Se desasió con delicadeza.

La mirada y el tono de voz con que la doctora Chatterjee les obsequió a ambos fueron muy poco amigables.

-Yo soy la primera ejecutiva y responsable del proyecto. Silencio todo el mundo mientras no autorice a otra persona a seguir con esta conversación.

-Vuestra actitud es absurda. Ya que no podéis dominaros a vosotros mismos y escuchar, cambiaremos la estrategia.

De pronto, las piernas se les aflojaron y no pudieron permanecer de pie. Con más o menos brusquedad se fueron dejando caer en el suelo y permanecieron allí quietos y completamente callados. Una profunda somnolencia cerró sus párpados y todo fue oscuridad.

Cinco cuerpos caídos en la gran sala en penumbra bajo el suelo de Titán dormían serenamente. Estaban cómodos, calientes y protegidos de cualquier peligro. Tres siluetas perdieron su forma y tres seres, que hubieran sido de pesadilla si algún terrestre hubiera podido verlos, se alejaron para aislarse mientras sus huéspedes permanecían ajenos a todo.

Los krakta se congregaron en un extremo de la estancia, y otro ser se unió a ellos. Quizá una imagen, o una presencia, similar a la suya, flotó en la semioscuridad. O quizá no era nada reconocible ni visible. Ninguna onda sonora hizo vibrar el aire que los humanos estaban respirando. Sin embargo, los cuatro participantes en aquel cónclave se comprendían perfectamente e intercambiaban información muy compleja sin ninguna dificultad.

Su pequeña conferencia se prolongó durante un tiempo indeterminado, que seguramente fue bastante largo, pues la cantidad de información recabada era enorme. Sin embargo, ninguno de los krakta parecía tener prisa alguna. Finalmente se llegó a una conclusión provisional:

-Registrado y a punto para el análisis. Confirmación pendiente de nuevas observaciones. ¿Será necesario ampliar y perfeccionar procesos de mimetismo?

-Así es. Precisamos tres completos para el equipo en terreno, y deseable otro para el observador por si se precisa. Han de estar perfectamente adecuados a la forma de comunicación planetaria. El primero ha sido correcto en general con algún detalle fallido o poco indicado.

-Analizando y completando. Las instrucciones os llegarán en un décimo de rotación del satélite. Para ajuste mímesis de observador espero información complementaria desde el planeta.

-Apropiado y oportuno. Escoge por afinidades.

-Nueva conexión al complementar vuestra adaptación mimética.

-Krakta imperecedera.

-Krakta imperecedera.

-Krakta imperecedera.

-Krakta imperecedera.

El cuarto representante de la raza krakta dejó el grupo, aunque ningún observador externo hubiera podido precisar cuándo y cómo. Los tres restantes fueron como sombras entre las sombras y Titán siguió su movimiento inalterable mientras para los astronautas el tiempo estaba detenido y en la Tierra, familiares y compañeros de los perdidos luchaban contra la incertidumbre y se debatían entre el miedo, la duda y la desesperación.


(Continuará)


dimarts, 15 d’abril del 2025

Versions per emocionar: Vivaldi i Hidemi Suzuki

 

Antonio Vivaldi


Antonio Lucio Vivaldi (1678 - 1741) és un dels músics barrocs més coneguts a nivell popular, si més no per les seves Quatre estacions, que s'han sentit i es senten a bastament en gravacions, concerts, pel·lícules i anuncis (fins i tot en aquest petit blog podeu trobar una magnífica versió de l'Estiu i una altra de l'Hivern).

Però, evidentment, té més obres, i n'hi ha una que trobo especialment bonica i que, encara que prou coneguda pels amants de la música barroca o clàssica en general i pels aficionats al cant coral, no ha estat pas massa vulgaritzada. Es tracta del seu Gloria RV 589, de l'any 1700, una peça preciosa que vaig tenir la sort de cantar com a contralt del cor, entre altres llocs, en un fantàstic viatge a Sevilla, ja fa molts anys.

És una peça molt barroca, amb uns contrapunts meravellosos que fan gaudir als cantaires i fins i tot emocionar-se amb les sentides melodies. Està escrita per cor mixt de quatre veus (soprano, contralt, tenor i baix) i solistes soprano I, soprano II i contralt, i per orquestra de cordes i dos oboes.


Es distribueix en dotze moviments:

1. Gloria in Excelsis Deo (cor)

2. Et in terra pax hominibus (cor)

3. Laudamus Te (Sopranos solistes I i II)

4. Gratias agimus tibi (cor) Curta introducció al número 5

5. Propter magnam gloriam (cor) Fuga

6. Domine Deus (Soprano solista)

7. Domine Fili Unigenite (cor)

8. Domine Deus, Agnus Dei (Contralt solista i cor)

9. Qui tollis peccata mundi (cor)

10. Qui sedes ad dexteram Patris (Contralt solista)

11. Quoniam tu solus sanctus (cor)

12. Cum Sancto Spiritu (cor) (alguns directors interpreten aquest número de forma soldada amb l'anterior)


Fa uns dies buscava una versió per YouTube i en vaig començar a sentir algunes, i vaig quedar horroritzada pel problema de sempre. Els directors han de demostrar com de bons són els cors que dirigeixen i van endavant a una velocitat impossible que sembla que els cantaires portin un coet enganxat a l'esquena, i les notes van en cascada com una colla de focs d'artifici. Ho sento, però no m'agraden aquestes versions tan perfectes, i tan sense ànima. 

Però vaig tenir la sort d'enxampar la que us deixo aquí. Una versió, val a dir, sense gaires pretensions, però amb un cor ben correcte i uns solistes que, sense ser de caure assentats, són prou dignes. Només em queixaria una mica del contratenor (en els números 8 i 10 substitueixen la contralt per un contratenor). No pel canvi, m'agrada moltíssim la veu de contratenor, però aquest, que canta al cor, té algun petit problema d'atac i alguna afinació que trontolla. La veu és maca, però la tècnica fa aigües (pel meu gust). Potser estava nerviós, perquè conforme avança va millorant.

El que val realment la pena és la direcció d'un músic que trobo excel·lent, el violoncelista japonès Hidemi Suzuki, especialista en música barroca, i amb una sensibilitat excepcional. Suzuki ha muntat una versió molt sentida, molt expressiva, que m'ha emocionat no pas poc, subratllant les precioses cadences picardes (tan pròpies d'èpoques reculades) i agafant-se l'obra en calma per gaudir de la seva espiritualitat.

Ha aprofitat uns (aquests sí) excel·lents músics: l'oboe solista i el clavecinista, que aporten el toc necessari per immergir-nos totalment en aquesta música religiosa dels segles XVII-XVIII.

Gaudiu d'aquesta meravella:

A.Vivaldi. Gloria. Dir. Hidemi Suzuki



Hidemi Suzuki


dimecres, 9 d’abril del 2025

Els meus herois preferits. Especial Asimov (i IV)

 

Excel·lent il·lustració de l'editorial Odyssea Publishng.
Odeen, Dua i Tritt, el racional, l'emocional i el parental,
protagonistes de la segona part de Fins i tot els déus.



En aquest darrer post sobre les obres d'Isaac Asimov parlo breument d'un conjunt d'escrits que no pertànyen a cap d'aquestes grans sèries temàtiques dels robots i la Fundació, però que són igualment interessants. He procurat posar-les més o menys per ordre de rellevància, cosa, em temo, molt personal.


Fins i tot els déus 

The Gods Themselves (1972)

Aquesta novel·la està dividida en tres parts. La primera i la tercera estàn bé, però la segona és simplement una obra mestra absoluta, mereixedora dels premis Hugo, Locus i Nebula, i, en paraules del mateix Asimov: "en aquell moment estava escrivint per sobre de la meva capacitat".


Un ésser dur visita la tríade. Odeen està preocupat, Dua va a la seva i
Tritt s'ocupa dels nens. Il·lustració de Fadrí

Com a tema principal, els reptes de la utilització de l'energia; ara, també trobem l'egoïsme, l'engany interessat, la desconfiança al diferent i la falta d'empatia, enfrontats a un món cada cop més universal i plural.

Obra totalment recomanable i que no us podeu deixar perdre.


Azazel

Azazel (1988)

Aquí trobem una col·lecció de vint-i-vuit contes que exploren d'alguna manera les fronteres entre la fantasia, la ciència ficció, l'humor i la paròdia. I tots són divertidíssims. 

Trobem un relator (el mateix Asimov, potser?) que ens parla dels sopars de duro que li explica un tal George per tal de treure-li uns quants dólars, i en els que sempre apareix un petitíssim dimoniet, Azazel, que, tot i tenir bones intencions, les fa de l'alçada d'un campanar. I no perquè Azazel no sigui traçut o intel·ligent, que ho és, sinó perquè George és un veritable totxo que s'explica molt malament.



Representació d'Azazel segons la descripció d'Asimov


George és un aprofitat que se suposa que es dedica a "fer favors" (no gens gratuïts) amb l'ajuda dels coneixements científics d'Azazel, a qui, per cert, no es talla un pèl en molestar quan l'interessa. Però les circumstàncies i l'experiència humana no tenen res a veure amb el món del dimoniet, i els favors acaben convertits ben bé en malediccions. 

Obra per riure de gust (i aprendre una mica més de ciència), que Asimov va escriure intencionadament amb l'estil, gens dissimulat, de P.G. Wodehouse.



La fi de l'eternitat

The End of the Eternity (1955)

Coneixerem una sorprenent organització, l'Eternitat, que s'estén a través dels temps, des del segle XXVII fins a la mort del Sol com a estrella vital del Sistema Solar. S'han autoanomenat guardians de la Humanitat i intervenen sense cap escrúpol en esdeveniments clau, impedint l'evolució de la ciència i la societat en direccions que no creuen adients.

És interessant com retrata Asimov les diferents formes de viure la vida segons l'època (que ell anomena "Segles"). Així trobem societats enfocades a l'art i l'harmonia o l'espiritualitat, d'altres cap el plaer, altres centrades en l'ús de l'energia pura i d'altres profondament materialistes.

El protagonista, Harlan Ellison, no és un personatge gens simpàtic -ens cauran molt millor altres- però això no té cap importància per al desenvolupament de la història, que certament està molt ben muntada i acaba amb un eco i un picar l'ullet cap a l'univers fundacional.



Assassinat a la convenció

Murder at the ABA (1976) és un altre d'aquests llibres divertits i a la vegada intrigants que tan agradava escriure a Asimov. Tracta de Darius Just, un escriptor amb un ego descomunal (sembla ser que és una versió literària de Harlan Ellison, escriptor amic d'Asimov) que descobreix un cadàver durant una convenció de llibreters (la ABA). Encara que tothom creu que el finat ha mort accidentalment, Just està convençut que es tracta d'un assassinat i no descansarà (ni deixarà descansar ningú) fins atrapar el culpable.

Una de les gràcies és l'aparició d'Isaac Asimov com un dels personatges, tot i que en el text principal no parla, només deixa notes a final de pàgina, generalment per ficar-se amb Darius Just.

Potser el misteri en si no és gran cosa, però a mi el llibre em va agradar molt; fins i tot hi ha història d'amor, gens embafadora, sinó simpàtica, com tot en aquest autor.



Nèmesis

Nemesis (1989) es podria considerar la darrera novel·la completa d'Asimov, ja que Cap a la Fundació en realitat va quedar sense acabar i es va publicar de manera pòstuma, i tant Nightfall com The Child of Time es van escriure en col·laboració amb Robert Silverberg.

Ens trobem al segle XXIII, i bona part de la Humanitat viu en colònies en l'òrbita de la Terra. Coneixerem una d'aquestes colònies, Rotor, habitada per uns humans molt escollits i esnobs. Els científics de Rotor han descobert una primera aproximació al viatge a la velocitat de la llum, però en lloc de fer-ho públic, ho fan servir per a ells mateixos, per marxar de la Terra i començar pel seu compte l'exploració de l'espai sense haver de suportar la púrria que viu al planeta. Serien una primera versió dels "espacials" de les novel·les de robots.

Però potser el què trobaran no és el que creuen, i l'espai amaga moltes sorpreses. I una d'elles em va recordar molt el planeta extrasolar que apareix a Solaris, d'Stanislaw Lem. Però tranquils, Asimov mai no es decanta pel tremendisme ni la tragèdia, us asseguro que tot s'arreglarà.

És un llibre d'estil, temàtica i final una mica diferent d'altres del mateix autor, però sempre s'agraeix la variació, i jo el vaig gaudir molt.




El viatge al·lucinant I i II

Fantastic Voyage (1966) és una obra gens representativa de l'obra d'Asimov, ja que va ser un encàrrec que li van fer: novel·lar una pel·lícula ja rodada. Asimov es va veure obligat a fer unes quantes esmenes per treure terribles errors, i sobre tot, va haver de canviar una part del final, que contradeia tots els coneixements de física que pogueu imaginar. Així i tot és prou divertida i jo la vaig llegir amb gust. 

Se suposa que la miniaturització de qualsevol objecte, fins i tot d'éssers vius, és possible, i no se'ls acut una altra cosa que ficar un submarí, el Proteus, amb cinc persones a dintre, per operar un hematoma molt perillós... des de dintre del cos del pacient. Fins i tot hi ha un dolent, que rebrà, és clar que sí, un just càstig a la seva perversitat.

Val a dir que la pel·lícula també està força bé si no fem cas de les incongruències i les pífies anatòmiques i fins i tot de lògica que hi surten. Però s'han rodat coses molt, molt pitjors, i com a obra de fantasia no està gens malament. I els actors estan tots molt bé. Jo vaig saber per primer cop (era una nena de vuit anys) dels glòbuls vermells, dels leucòcits i dels anticossos. I segur que no vaig ser l'única!


Caràtula de Viatge al·lucinant on apareixen, d'esquerra a dreta,
tots els tripulants del Proteus: Stephen Boyd, Raquel Welch, Arthur Kennedy,
William Redfield i Donald Pleasance



Fantastic Voyage II: Destination Brain (1987)

Aquí Asimov es va voler treure l'espina que tenia clavada amb Viatge al·lucinant i va escriure aquesta atractiva novel·la que, dissortadament, no va tenir l'èxit que es mereixia. També va de miniaturització, però en aquest cas es prova de donar una explicació més raonable de la tècnica que se segueix.

Un equip format per un grup de científics russos i un físic nordamericà s'introdueix en el cos d'un altre científic, que està en coma, amb les mateixes intencions (o semblants) que en el primer llibre. Tot i que hi ha alguna reticència entre uns i altres, aconsegueixen col·laborar. El submarí i l'equip material són molt més realistes i lògics, i també les experiències dintre el cos. 

En conjunt és una obra que trobo molt recomanable. Asimov es va negar en rodó (cosa que aplaudeixo) a representar una Tercera Guerra Mundial entre americans i russos dintre del sistema circulatori del pobre pacient, com li havien demanat, i va insistir en un tema de cooperació. Aquesta sí va ser una batalla èpica, la del pobre Asimov contra l'editorial, però finalment se'n va sortir. Fins i tot el nordamericà parla correctament el rus i els russos l'anglès. Bé per Asimov.



El Proteus navegant al·legrement entre els glòbuls vermells




Altres obres: Lucky Starr i els contes sobre enigmes curts

Asimov, és clar, va escriure moltíssimes altres obres, però ni molt menys penso fer-ne aquí una relació, només parlo de les que a mi m'han agradat més. Ara, en un parell de ratlles comentaré dues col·leccions que estan força bé.

Lucky Starr és un aventurer de l'espai del tipus més convencional, però els seus llibres són molt entretinguts i apropiats per a gent jove (a partir de déu anys). Es tracta de sis novel·les que Asimov va escriure als anys 50 sota el pseudònim Paul French. Narren les aventures del tal Lucky per tot el Sistema Solar, així tenim els títols David Starr, guardià de l'espai (és la primera de la sèrie i passa al planeta Mart), El gran Sol de Mercuri, Les llunes de Júpiter, Els oceans de Venus, Els pirates dels asteroides i Els anells de Saturn. Hi ha extraterrestres de tot tipus, misteris, màgia, antagonistes i amics de l'ànima. Encara que es tracta del que es diu "literatura juvenil", a mi em van agradar com a lectura lleugera i els trobo ben recomanables per tot tipus de lectors que els agradi la novel·la d'aventures sense pretensions.


La segona col·lecció que és prou interessant és un recull de contes curts de petits misteris casolans que va agrupar amb el títol de Black Widowers (els Vidus Negres). El nom es refereix a l'aranya Vidua Negra, i és el nom que s'ha posat un grup d'amics que es reuneixen un cop al mes per sopar. Cada cop un d'ells ha de portar un convidat. I per aquelles coses de la vida (i de la ficció), el convidat sempre està preocupat per algun misteri, i els Vidus Negres proven d'ajudar-lo, i formulen mil teories que podrien explicar l'enigma. Però qui sempre encerta la solució és el cambrer, Henry, una persona que no es científic ni escriptor, però que posseix una bon nivell cultural i més que res, una gran quantitat de sentit comú.

Prefereixo aquests contes a d'altres col·leccions de misteris d'Asimov com El club dels enigmes, perquè en aquestes darrers gairebé tots els problemes tracten de temes molt americans o relacionats amb la llengua anglesa, i és clar, no tenen cap gràcia per a europeus no angloparlants.


Nota final

I no puc deixar de posar aquí un dels meus relats asimovians preferits: Estic a Port-Mart sense Hilda (I'm in Marsport Without Hilda, 1957), un conte curt divertidíssim, picant, simpàtic, ocurrent... genial, simplement, que va ser molt mal vist per la hipòcrita censura dels USA però que al nostre país va tenir molt d'èxit. No dono més pistes, sisplau, busqueu-lo i llegiu-lo!




divendres, 4 d’abril del 2025

Una laguna en el mar de las olas (X)

 

¿Eran tres los desconocidos?




Capítulo X. Sander

Con la cabeza entre las manos, los ojos cerrados, Elaine dejaba manifestarse su antigua memoria. Libres de angustias, las imágenes, emociones y sensaciones desfilaban ante ella como una película que reconocía sin esfuerzo como parte de ella misma.

Levantó la vista y la imagen de Bouchard todavía la reanimó más. Se irguió en la silla y le miró francamente a los ojos.

-Dios mío, es usted. No recuerdo bien su nombre… Jack, o algo así…-sonrió porque sabía que era una tontería, pero Bouchard empezaba a caerle bien, hacerle una pequeña broma era parte de este sentimiento.

-Jakork. ¿Recuerda a los otros?

-Sí, aunque no de forma tan clara, no sé por qué. Creo… que me daban algo de miedo. No llegué a empatizar con ellos, sobre todo con…Wan, o Kan…

-Kanwal. En aquellos momentos estaban ustedes tan confusos que quizá no lo valoré lo suficientemente bien. Tampoco teníamos práctica con su sistema neural. Qué curioso, siempre he pensado que era Koroj el más imponente y que podría atemorizarles. Es nuestro líder de grupo, muy anciano y experimentado, y a veces hasta a mí me infunde cierto desasosiego, no porque sea peligroso, sino porque me cuesta comprenderle. Kanwal… es otra cosa. Le conozco poco, en realidad.

-Pero, ¿quiénes son ustedes? Creo que nunca llegué a entenderlo. No serán… ¿extraterrestres? -acompañó la palabra bochornosa de una risilla de incomodidad.

-Sí, y más de lo que se imagina en estos momentos. No les dijimos de dónde veníamos ni para qué estábamos allí. Manipulamos sus mentes para evitar preguntas y cuestionamientos internos. Simplemente les estudiamos, borramos sus memorias, introdujimos una programación adecuada y les devolvimos a su hogar.

-Pero… ¡Es monstruoso! ¿Cómo se atrevieron a hacernos algo así?

-Por su bien, y, no le voy a mentir, para nuestra comodidad y por seguir nuestras directrices.

-¿Nuestro bien? Usted no se imagina lo que representó volver a la Tierra en aquellas condiciones. ¿Nuestro hogar? No se fiaban de nosotros, estuvimos meses encerrados… Sí, muy bien tratados, pero… en el fondo, nos miraban como a posibles monstruos. Y en casa… mi matrimonio quedó destruido y ahora ya es tarde para pensar en ser madre. Sé que los otros tuvieron grandes dificultades. Quinteros casi se hundió, se obsesionó con permanecer en Avaparaná y nadie le daba trabajo… No creo que entienda lo que fue. Es horrible que nos enviaran a ese infierno… y ahora que yo empezaba a rehacerme… me obligan a venir, a verle, a hablarle. ¿Se da usted cuenta de que esto es aberrante?

Le miró casi con odio, una tempestad de emociones se desataba en su pecho. Roger Bouchard la observaba con aspecto apenado, sin intervenir ni contestar. La dejó expresar su ira y permitió que se disipara en invectivas. Finalmente la tempestad se agotó. Elaine se fue calmando poco a poco, e incluso se sintió algo avergonzada al notar que Roger ni siquiera hacía amago de defenderse, como si le diera la razón.

-Lo entiendo, pero lo entiendo ahora. En aquel momento creíamos que era lo mejor… porque fue lo mejor para otros pueblos y otras razas en otros tiempos y en otros lugares. No sé si eso es excusa pero es la verdad -Roger suspiró y miró los registros electrónicos que descansaban bajo sus brazos, sobre la mesa-. Lo he visto y aprendido durante estos años y por eso estoy aquí y estoy hablando con usted, y deseo hacerlo con todos.

-¿Para pedirnos perdón? -Elaine no puedo evitar sonar sarcástica.

-No. Para anular el condicionamiento, explicarles lo que ocurre y pedirles ayuda para convencer a mi jefe de grupo. Si lo que está pasando en todo el planeta no le convence de que nuestra política aquí está equivocada ya no se me ocurre qué probar. Lo he intentado todo durante años pero Koroj no cede, Kanwal le apoya… y Munaak se abstrae del problema… claro que en realidad tampoco estaba en Titán.

-¿Munaak? ¿Todavía hay más? -otra palabra hirió sus pensamientos- ¿Condicionamiento?

-Munaak es nuestro elemento de control, está lejos, permanece en órbita krasiana. Para que me comprenda, está a una distancia que en este caso es el ámbito aproximado de lo que ustedes llaman el cinturón de Kuiper. Siempre somos cuatro, pero uno se mantiene fuera del planeta para…

-Roger, no sé si se da cuenta de que no entiendo nada. No quiero volver a gritarle, creo que es injusto que lo haga. Explíquemelo todo. Y el condicionamiento.

-Pronto, cuando lleguen los demás.

Roger accionó el control de la puerta, que se abrió. Aiko estaba justo ante ella, y entró con timidez.

-¿Doctor Bouchard? Me han dicho que me esperaba en esta sala… estaba a punto de llamar…

-Lo sé. Pase, doctora Minamoto -Bouchard se expresó cómodamente en japonés.

Aiko entró algo sorprendida, entonces vio a Elaine y la saludó en hiplan.

-Doctora Marchand. Cuánto tiempo. Me alegro de verla -se inclinó con deferencia.

Elaine la saludó afablemente, aunque sin demasiado calor. Nunca tuvo una relación estrecha con ella. Mientras estuvieron de misión trabajaron bien juntas, pero una vez separadas, ninguna de las dos sintió necesidad alguna de seguir en contacto. No como con Radha, a quien se sentía más próxima.

Roger indicó una silla para la nueva visita.

-Siéntese, por favor, pronto llegarán otras tres personas.

-¿Tres? -las mujeres se miraron extrañadas-. Radha, quiero decir, la doctora Chatterjee, nos dijo que estaríamos ella, la doctora Minamoto y yo-. Aiko asintió con la cabeza a la afirmación de Elaine.

Bouchard no contestó, miró un momento hacia la puerta y la abrió. Ante ellos, con actitud fría y solemne, se encontraba un hombre alto y enteco, de media edad, pelo moreno y piel blanca, ojos hundidos, pómulos muy marcados y largos brazos y piernas. No le faltaba cierto austero atractivo. Roger fijó su vista en el recién llegado y con un gesto le señaló una silla que el desconocido miró con algo que parecía desprecio. Lentamente se sentó en ella y miró a los ocupantes de la habitación.

-Debo hablar -dijo Roger- para que ellas me comprendan.

-Y accionar -contestó el hombre-. En fin, aquí estoy y me pliego a tu solicitud por esta vez y por aclarar el asunto.

Su voz era seca, precisa y cortante como un cuchillo. Aunque el timbre y tono no eran desagradables en absoluto, destilaban una sensación fría, sin emoción ni viveza. Elaine, siempre tan sensible, sintió un escalofrío. Aiko era mucho más contenida y era imposible saber si estaba impresionada o no.

-Les presento al doctor Jaan Sander -precisó Bouchard-, prestigioso físico, químico y matemático, profesor en la Universidad Técnica de Munich, en Baviera. Ah, aquí llega la doctora Chatterjee…

Volvió a presionar el comando de la puerta y, efectivamente, Radha se encontraba frente al umbral. Entró y sonrió con afecto al ver a sus dos antiguas compañeras. Elaine se levantó inmediatamente y fue hacia ella; ambas se abrazaron con cariño. Después, Radha se inclinó ante Aiko con una acogedora sonrisa.

-Bienvenida, doctora Minamoto. Cuánto me alegro de que podamos estar las tres aquí.

Aiko le devolvió la inclinación y también le sonrió.

-Aiko, por favor. No hacen falta tantas formalidades. Tenía tantos deseos de venir… Me alegra verla, doctora Chatterjee.

-Radha -Aiko inclinó la cabeza con deferencia-. Ya no estamos en la Mare Undarum y estoy de acuerdo en que debemos tratarnos con más informalidad-. Después añadió con cierta melancolía:

-Hace muchos años que nos conocemos y hemos compartido momentos muy intensos.

A continuación, saludó a Bouchard con amabilidad, pero se paró en seco ante Sander.

-¿Y el doctor Sander qué hace aquí?

-¿Le conoces? -preguntó Elaine.

-Claro. Es uno de los ponentes. No entiendo…

-Por lo que capto, Sander también está al corriente del caso Mare Undarum, o más bien directamente implicado -Elaine fue incapaz de evitar el tono sarcástico de su afirmación.

-Doctor Sander. Es el mínimo respeto que merezco ya que no saben otorgar otro -el tono era tan helado que una ola de frío siberiano pareció extenderse por la habitación.

Nadie comentó nada, porque parecía que nada había que comentar. Bouchard seguía pendiente de la puerta, que había dejado abierta como si aún esperara a alguien, que, por cierto, no se hizo de rogar.

-Buenas tardes -el saludo en hiplan hizo que las tres mujeres levantaran rápidamente la vista.

José Quinteros tomó una silla de un rincón y se sentó sin más ceremonias.


(Continuará)